Debido a la situación de emergencia sanitaria que vivimos hoy en España, son ya muchas las personas que se han sumado como voluntarias a Cruz Roja y han sentido la responsabilidad de echar una mano, de actuar para ayudar a quienes más les afecta esta crisis.

Este es el caso de Elena Rodríguez. Esta periodista madrileña comprometida con la sociedad,  nos traslada su voz y su experiencia en primera persona, la historia de su primer contacto con Cruz Roja directamente de su puño y letra. Sin duda, la crónica de un primer día, escrita con el corazón. Os dejamos con su relato:

Mientras el lema más pronunciado durante las últimas semanas en todos los medios de comunicación y redes sociales del país dice “#yomequedoencasa”, el pasado miércoles salí a la calle para aportar mi granito de arena.

Resultaba muy raro  que a las 15h mientras caminaba por Embajadores apenas me cruzaba con algún viandante. Reinaba el silencio: comercios cerrados, calles vacías, carreteras desiertas… Y la sensación de que, como todo (y a pesar de la tragedia), esta crisis tiene una parte positiva: se respira solidaridad y responsabilidad social, sin olvidar esa bocanada de aire fresco que tanta falta le hacía a nuestro planeta.

A esa hora entro en  en una de las sedes de la Asamblea local Madrid Zona Centro y así empieza mi primer día como voluntaria, no sabiendo que lo que tenía por delante era una montaña rusa de emociones formando parte de la URS básica (Unidad de Respuesta Social)

A por el primer día

«¿Vienes de voluntaria?» – me pregunta un compañero desde la puerta.

Asiento. Me invita a entrar y continúa haciendo cosas de un lado para otro. Tras unos segundos, en los que aprovecho para desinfectarme las manos con papel y alcohol que encuentro en una mesa, se acerca una mujer. Clara es responsable de Voluntariado de la Zona Centro y la persona que ha gestionado mi participación en esta crisis.

«Perdona que no te salude» – me dice con la mascarilla puesta y sin dejar de hacer cosas – «pero ya sabes…» – y me hace un gesto señalando la mascarilla.

Hay más gente trabajando y su forma de actuar revela que tienen la adrenalina al 100%. Sin duda están siendo unos días intensos en la Cruz Roja, especialmente en la Comunidad de Madrid.

María (izquierda) y Elena (derecha) en un momento del reparto dentro de las URS básicas

Entonces conozco a María, quien va a ser mi compañera de aventuras, que me invita a sentarme a su lado. Está al teléfono, apuntando nombres y direcciones cuando se acerca Clara y me pasa una hoja con la lista de la compra.

Allí es cuando me explican en qué consiste las Unidades de Respuesta Social Básica y las tareas que voy a desempeñar: que nos trasladaríamos a domicilios de personas enfermas o que no pueden movilizarse para llevarles medicamentos, kits de higiene y alimentación y que por lo tanto, primero tendríamos que ir a hacer la compra.

Ha llegado el cambio de turno y Clara y las demás (a excepción de María) están a punto de irse pero antes, nos ayudan con algunos consejos y muchos ánimos.

«Os toca, tened cuidado y protegeos, os espera una tarde con mucha actividad.»

Una vez solas, María me sigue explicando el funcionamiento: las personas que vamos a visitar, las normas de higiene que debemos cumplir de forma muy estricta puesto que vamos a visitar a personas de riesgo o que podrían estar infectadas por el virus. Con toda la información me entra una doble sensación de susto inicial pero que rápidamente se convierte en adrenalina, ganas y entusiasmo, que me hacen pensar sólo en ponerme manos a la obra.

 

Comienza el trabajo en las URS básicas

Entre unas cosas y otras: revisar protocolos, rellenar recibís, hacer fotocopias, y, por supuesto, las listas de la compra cogemos el coche a eso de las 16:30 y ponemos rumbo al Carrefour más cercano. Y entre tanto, no perdemos la oportunidad y aprovechamos para ponernos al día sobre nuestras vidas.

Entramos en el túnel de la M30 cuando un coche (de los pocos que circulan por ahí) se pone a mi lado y al mirarle veo como el conductor comienza a aplaudir… nos está aplaudiendo, ¡a nosotras!, y siento un cosquilleo en el estómago que creo no merecer y que, al mismo tiempo, me reconforta.

Esta sensación se repite cuando llegamos al supermercado y encontramos una cola en la entrada donde todo el mundo mantiene una distancia de seguridad de más de un metro. Es vernos aparecer con los chalecos rojos y nos abren las puertas de par en par. Es increíble ver cómo la gente te abre paso y cómo trabajadores y clientes nos facilitan al máximo nuestra labor; su ayuda y apoyo sí que es de agradecer.

 

Todos y todas somos importantes

La primera casa a la que hacemos entrega es la de Vanesa, una mujer que vive sola con dos hijos pequeños y que está enferma. Dejamos las bolsas en su puerta y, desde una distancia prudencial, nos agradece encarecidamente el gesto.

Al verla, envuelta en una manta, guantes y mascarilla puestas, ojos vidriosos y postura cansada, siento que el simple hecho de meter las bolsas en su casa ya le supone un sobre esfuerzo y me voy con sensación de impotencia por no poder hacer más por ella, pero sabiendo que, al menos, tendrá alimentos para ella y sus hijos.

Hacemos más repartos esa tarde, como por ejemplo, a un señor de 77 años (socio de Cruz Roja) que vive solo. Cuando le hacemos el reparto y nos despedimos de él, no puedo evitar pensar en todas esas personas que no tienen a nadie y agradezco la labor de aquellos periodistas y personal de la industria cultural que hacen sus días más amenos, a través de películas, libros, programas, etc.

Es extraño y agradable a la vez pero, durante toda la tarde, en los supermercados o conduciendo, María y yo recibimos muchas muestras de agradecimiento por parte de la mayoría de personas con las que nos cruzamos.

Da la casualidad de que son las 20.00h cuando realizamos la última entrega y nada más salir del coche encontramos a muchos vecinos en las ventanas, aplaudiendo como cada día, a todo el personal sanitario desde que empezase esta crisis. Al vernos aparecer con el coche y los chalecos, nos saludaron, nos animaron y nos aplaudieron.

 

En ese momento me sentí totalmente ajena, pensando que esos aplausos no debían dirigirse a mí. En ningún momento me planteé toda esta respuesta por parte de la población. Yo quería ayudar, me sentía impotente en casa, sana y con la fuerza suficiente como para echar una mano a aquellas personas a las que les falta en este momento pero  nunca imaginé que al ponerme el chaleco recibiría este caluroso y bondadoso trato.

Con todo ello empecé a comprender lo que significa Cruz Roja, lo que la gente siente al ver a los compañeros y compañera, y el agradecimiento que tienen hacia cada uno de ellos. Y con todas esas muestras entendí de dónde sale la fuerza de todos los profesionales que siguen al pie del cañón, día tras día, trabajando a destajo.

Llegamos de nuevo a la sede de la calle Arquitectura a las 20:30 de la tarde, exhaustas por la cantidad de emociones y sentimientos del día. Desinfectamos el coche para los compañeros del día siguiente, nos lavamos y desinfectamos nosotras, anotamos la ruta y las entregas, guardamos los recibos y tickets en sus respectivas carpetas y cerramos la oficina. Entonces María puso la guinda al pastel de mi primer día como voluntaria:

«Lo peor del trabajo y de las emociones que hemos vivido hoy es no poder darte un abrazo de despedida.»

DEJA UNA RESPUESTA

Deja un comentario!
Introduce tu nombre

PROTECCION DE DATOS PERSONALES: En cumplimiento de la normativa vigente en Protección de Datos, en particular, el Reglamento General de Protección de Datos (Reglamento UE 2016/679), Cruz Roja Española le informa que todos los datos de carácter personal facilitados en el presente formulario, así como cualquier otra información y/o documentación que pudiera hacernos llegar, serán tratados con la finalidad de atender la consulta realizada, remitirle la información solicitada  y llevar un registro estadístico de consultas.

Usted puede ejercer, en cualquier momento, los derechos de acceso rectificación, cancelación, oposición así como los contenidos en el Capítulo III del Reglamento (UE) 2016/679) dirigiendo un escrito a Cruz Roja Española, (Att/ Delegado de Protección de Datos), Avenida Reina Victoria, 26-28, 28003 Madrid, o a la dirección de correo dpo@cruzroja.es, previa acreditación de su identidad.

 

Para más información, consulte nuestra política de privacidad.