Historias de vida, historias con alma, historias de humanidad

Conocer la historia personal de los compañeros y compañeras de Cruz Roja en la Comunidad de Madrid es, en numerosas ocasiones, una lección de vida para todos nosotros y nosotras. Eso mismo es lo que nos ha ocurrido mientras entrevistábamos a Salmou Bar Abd, Técnico en Emergencias Sanitarias en la Asamblea Comarcal del Jarama, así como voluntario en nuestra entidad. Saharui de origen y con tan solo 32 años, nuestro compañero vivió durante su infancia en los campamentos para refugiados, donde todavía recuerda que utilizaba las mantas que Cruz Roja le ofrecía a su familia.

Salmou nos indica que la suerte ha jugado un papel fundamental en su vida: «Soy una persona que ha tenido mucha suerte, porque todas las personas que se han cruzado me han ayudado». Sin embargo, gracias su esfuerzo, constancia y una clara vocación en el mundo sanitario, ha podido estudiar auxiliar de enfermería y técnico en emergencias sanitarias.  Salmou es puro corazón y además, se lo ofrece a los demás. Ahora, dedica su tiempo libre a ayudar a niños y niñas de su país que están pasando en una situación similar a la de nuestro compañero. Por toda esta historia de vida y por la humanidad que desprende, hemos querido pasar un ratito con él y repasar todos esos momentos.

Cuéntanos. ¿Quién eres, de dónde eres y cómo es tu historia de vida?

Mi nombre, curiosamente, es Iselmu. Cuando era pequeño, en un proyecto de ‘Vacaciones en paz’ para refugiados saharauis en Estados Unidos, me pusieron sin querer Salmou, al intentar decir mi nombre en inglés.

Yo vengo de los campamentos de refugiados saharauis y mi primer contacto con España fue a los ocho años, en Sevilla. Vine a un proyecto que se hacía con familias españolas de la entidad ‘Vacaciones en Paz’, quienes traían a niños y niñas de los campamentos de refugiados saharauis a pasar el verano, hacer chequeo médico… La tercera vez que vengo en verano, cuando tenía once años, la familia de acogida llega a un acuerdo con mi familia biológica: yo me quedaría a estudiar aquí, respetando los apellidos, la descendencia, el origen, etc. Mi familia de aquí se convirtió en mi familia de acogida, y yo empecé a estudiar primara y la ESO. Me quedé con ellos – Próspera y Carmelo, mis padres, Alicia, mi hermana y su marido, Carlos-, con toda la dificultad que eso conlleva: separarte de tu familia, venir a un entorno extraño, no saber hablar el idioma… realmente el proceso de adaptación fue muy duro, pero dos años después, ya era uno más.

«Siempre tienes la sensación de que la forma en la vida de ahora se va a acabar. Que es un sueño que no lo llegas a disfrutar del todo porque tienes el miedo de que se acabe«

 

Hubo un momento que tuve una crisis de identidad en la que decidí volver a los campamentos de refugiados saharauis para volver a pasar tiempo con mi madre biológica y mis hermanos -mi padre falleció cuando yo tenía dos años- y recuperar mi otra vida. Estuve allí otros cuatro años más. Fue tan duro como el año que empecé a vivir en España, ya que tuve que volver a readaptarme, me había acostumbrado a que el agua saliera del grifo, a apagar y encender las luces… cosas que das por hecho pero que en el asentamiento de refugiados no existen. Eso se produce con 16 años y en ese espacio intenté estudiar, empezando enfermería con una ONG.

 

 

Ese contraste de vidas, ¿qué te hace valorar de la vida que tenías aquí en España?

Mientras estuve en España me olvidé del valor que tenía todo lo que me rodeaba: la seguridad, la tranquilidad, la libertad de viajar o de decidir si quieres o no estudiar… me había olvidado de la importancia de todo eso.

«Nuestra entidad está siempre al pie del cañón en los peores momentos de crisis que hemos vivido en los últimos años»

 

A los 20 años vuelves a España. ¿Qué empiezas a hacer?

Cuando era pequeño me empeñé en que quería ser médico debido a un problema médico importante de una de mis hermanas. Yo siempre le preguntaba a mi madre, “¿cómo podremos aliviar su dolor?” y ella me respondía: “eso lo debe de ver un médico.” Conforme fui creciendo me di cuenta de que no era factible estudiar medicina, por lo que empecé a trabajar ayudando a personas mayores y a sacarme el título de técnico en emergencias sanitarias, desplazándome a la ciudad de León. Mientras tanto, estudiaba online para ser auxiliar de enfermería. Hice las prácticas en SAMUR León y cuando terminé me dijeron que querían contar conmigo y así, estuve dos años trabajando en el Servicio de Salud de Castilla y León.

 

 

En esos momentos, con 22 años, tomé la decisión de irme a Madrid y empecé a trabajar en UBER. Vi una oferta de Cruz Roja de técnico de emergencias sanitarias y ese fue mi primer contacto con la entidad. Cuando llegué a la entrevista me explicaron que había habido un proceso de aplicación de 600 personas y que solo quedábamos 3 candidatos. Al final terminaron cogiéndome a mí y estuve año y medio trabajando allí como dinamizador de las bases de Socorros y Emergencias.

Cuando estalló la pandemia me destinaron a los vehículos de los conductores de ambulancia, haciendo sustituciones cuando estaban de baja y me iba desplazando: Galapagar, Móstoles… hubo un momento que fui a Alcobendas y ahí me quedé, y hasta ahora.

«Siempre pensé que tendría cabida aquí, porque me gusta trabajar con las personas más vulnerables»

 

¿Cuál es tu labor en Cruz Roja?

Yo soy técnico de emergencias sanitarias y mi labor consiste en conducir la ambulancia, asistir al paciente, etc. Pero también la gestión administrativa: escanear partes, resolver incidencias, gestionar con flota… porque soy la única persona contratada en una base para voluntarios.

¿Qué supuso que te contrataran en Cruz Roja?

Cuando yo era pequeño y estaba en los campamentos me acuerdo de taparme con las mantas que nos daba Cruz Roja, era lo único que tenía para protegerme del frío y, también, lo utilizaba como mantel para comer, porque no tenía. Cuando te haces mayor y echas la vista atrás piensas: “Menuda ironía, ¿no?” Cuando me hice más mayor me empecé a fijar en Cruz Roja como entidad y siempre pensé que tendría cabida aquí, porque me gusta trabajar con las personas más vulnerables.

Ahora me han hecho indefinido. Tengo un gran sentido de pertenencia a Cruz Roja, pero ser indefinido me da el vínculo definitivo.

¿Cómo ha sido tu adaptación en el equipo socorros y emergencias?

Yo he tenido dos etapas. La primera de ellas en el Plantío, con Susana, Javi Guede y Nacho, que fue de mucho aprendizaje y con funciones muy polivalentes: por la mañana tenía reuniones y por la tarde estaba en el preventivo de El Bernabéu, por ejemplo, siendo el conductor de ambulancia. Destacaría, sobre todo, la capacidad de Susana de saber gestionar tan bien el talento de su equipo.

La segunda etapa es la que estoy viviendo ahora mismo en Jarama, de técnico de socorros. Estoy con Fran Rico, con quien tienes la sensación de que cada vez que lo necesitas está ahí. He tenido mucha suerte en ese aspecto.

 

 

¿Qué reflexión te viene cuando echas la vista atrás? ¿qué te ha enseñado la vida?

Siempre tienes la sensación de que la forma en la vida ahora se va a acabar. Que es un sueño que no lo llegas a disfrutar del todo porque tienes el miedo de que se acabe. Por otra parte, me dan ganas de poner toda mi energía en ayudar a niños y niñas que están pasando por lo mismo que pasé yo. Que esta suerte que estoy teniendo yo ahora mismo impacte de alguna manera en los demás.

Soy una persona que ha tenido mucha suerte, porque todas las personas que se han cruzado me han ayudado: la familia que me acogió, Cruz Roja, los compañeros de mi trabajo… si haces el balance con mi generación, siete de ellos han fallecido en la guerra, otros de enfermedades que aquí serían anecdóticas, el bagaje el final es suerte. Mucha suerte.

Mi familia sigue viviendo en el campo de refugiados de Ausser en la provincia de Tinduf y les ayudo en todo lo que puedo. Ahora me voy 20 días allí, porque llevo dos años y medio sin verles.

 

¿Qué significa para ti ser de Cruz Roja?

Orgullo y satisfacción. Si miras a Cruz Roja desde fuera, piensas, qué buena metodología y qué buena organización del trabajo. Nuestra entidad está siempre al pie del cañón en los peores momentos de crisis que hemos vivido en los últimos años.

Cuando no conocía Cruz Roja, me parecía un gigante. Mirabas a la tele, y salía Cruz Roja. Pero ahora mismo, donde estoy, me doy cuenta que todas esas ayudas que aporta nuestra entidad son fundamentales. Cuando yo era un niño no tenía otra cosa que esas ayudas.

Al futuro le pido aprender mucho y seguir en Cruz Roja.

Cuando ves imágenes en televisión como el abrazo de Luna y la crisis migratoria que hubo en Ceuta el pasado año, ¿qué sensación te recorre el cuerpo?

Tengo sentimientos encontrados. Me veo como Luna porque ahora estoy en ese papel, pero también me veo como la persona inmigrante, porque me pudo pasar perfectamente a mí.

Para mí la palabra humanidad tiene el significado de volcar esfuerzos, energía y recursos para ayudar a alguien que no te va a devolver nada.

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