El calor extremo disminuye las emociones positivas como la alegría o la felicidad, y aumenta las negativas como la ira o el estrés, fomentando las reacciones agresivas.
La primera ola de calor de este verano ha puesto a 8 de cada 10 municipios españoles en riesgo para la salud. Aunque el efecto de la deshidratación en el cuerpo sea la gran preocupación, el cerebro también sufre esta tendencia alcista de las temperaturas. Recientes estudios constatan que el calor excesivo reduce las capacidades cognitivas, tanto para estudiar como para trabajar. Además, mientras el cerebro trabaja a destajo para mantener fresco el cuerpo, las temperaturas extremas potencian la agresividad y el estrés, y afectan especialmente a pacientes con determinados trastornos psiquiátricos.
El cerebro es un órgano sensible a la temperatura, que no está preparado para trabajar a 45 grados, y en ese caso la función cognitiva se ralentiza, El calor extremo afecta a todas las funciones cognitivas del cerebro: nuestra capacidad de reacción, nuestra capacidad de respuesta, la memoria, etc. Todo cuesta mucho más, vamos mucho más lentos. No vamos a decir que se derritan las neuronas, pero sí que hay una afectación, el rendimiento es mucho peor con las altas temperaturas.
Y aunque la mayoría de los estudios han sido realizados en ámbitos académicos, la afectación cognitiva producida por el calor también afecta en el terreno laboral: una investigación llevada a cabo en 2006 encontró que la mayor productividad se consigue a una temperatura de alrededor de 22 grados. Con ocho grados más el rendimiento se veía disminuido en casi un 9%.
Más agresividad y peor salud mental
Entre las emociones negativas asociadas al calor, la ira es una de las más estudiadas. También dos de sus consecuencias directas: la agresividad y la violencia. “El calor extremo puede aumentar la irritabilidad y disminuir el autocontrol, lo que puede traducirse en un comportamiento más agresivo. La relación entre el calor intenso y la agresividad es real”, sostiene Valentín Martínez, doctor en Psicología de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Colegio de Psicología de Madrid.
Así impacta el calor en el cerebro
La explicación a todas estas consecuencias, según Valentín Martínez, se podría encontrar en que “el calor obliga al cerebro a trabajar más para regular la temperatura corporal, lo que afecta negativamente a la capacidad mental”, ya que el cerebro destina gran parte de sus recursos a mantener fresco el cuerpo.
Tenemos que saber que nuestro cerebro funciona de forma adecuada gracias, entre otras cosas, al hipotálamo, que es el coordinador del sistema nervioso autónomo y actúa como una especie de termómetro interno del cerebro.
Cuando este detecta que existen cambios entre su propia temperatura y la de los termorreceptores de la piel, el hipotálamo establece los mecanismos para regularla. Esos mecanismos son la sudoración, la vasodilatación o la producción de adrenalina. Y según expertos, precisamente, esa producción de adrenalina “es una de las causas de mayor irritabilidad cuando atravesamos periodos de calor intenso”.
A ese sobreesfuerzo del cerebro, se une otro factor de extrema importancia: el sueño. “En las noches tropicales, cuando la temperatura ambiente no baja de los 20 grados, nuestro cerebro se sobreexcita y aumenta la sudoración corporal, de modo que nuestro organismo está en un estado similar al de tener que realizar una actividad física intensa, lo que es totalmente incompatible con el descanso o con mantener cómodamente el sueño. El calor excesivo provoca una especie de círculo vicioso. Se duerme peor, lo que nos hace estar más lentos cognitivamente, más ansiosos y más irritables; y luego el calor durante el día acentúa esos síntomas. “Se pierde el control a nivel prefrontal del cerebro y disminuye el freno sobre la amígdala, que es la zona en la que tenemos las emociones, de forma que todo lo negativo se magnifica”, asegura.
Para contrarrestar estos efectos no existen pócimas mágicas. Los consejos, son de sentido común: mantenerse bien hidratado y beber suficiente agua, evitar la exposición prolongada al calor extremo, especialmente durante las horas centrales del día, buscar lugares frescos y con aire acondicionado, vestir ropa ligera y de colores claros para facilitar la transpiración, limitar la actividad física intensa al aire libre durante las horas de más calor, consumir alimentos frescos, ligeros y ricos en agua como frutas y verduras. Y hacer todo lo posible por descansar lo suficiente.
En esta noticia hablamos del Objetivo de Desarrollo Sostenible 3 como parte de nuestro compromiso para potenciar la consecución de la Agenda 2030. Puedes obtener más información de los ODS en el siguiente enlace.