Todos sabemos lo difícil que es aprender un idioma cuando no se habla, o se habla muy poco ese lenguaje. Y más cuando te tienes que defender en el país: ir a la compra, trabajar, ir al médico, etc.
En Cruz Roja damos clases de castellano para que se puedan desenvolver en su día a día.
Tenemos varios profesores/as, pero hoy hablamos con Elena, que, junto con los/las usuarios/as nos permitieron asistir a una de sus lecciones.
Debido a que el tiempo lo facilitó y bien tempranito para no pasar calor, esta vez se desarrolló en el parque, a la sombra.
Cuando llegamos ya estaban allí dos de las alumnas que nos tenían preparada una sorpresa: en la mesa nos encontramos todo un banquete. Té moruno, pastas, bizcochos…
A estas clases asisten personas de diferentes nacionalidades y culturas. Es muy bonito conocer otras costumbres. Todo suma.
Nos contaron, en español claro, sus historias personales. Fue muy emotivo.
Pero no solo estudian y hablan. Tienen un club de lectura. Pudimos oír lo bien que leen y comprenden el español.
Dirigidos por Elena, cada uno leyó un fragmento de un libro que trata sobre la amistad. Justo lo que hacen entre ellos.
Nos encantó ver cómo evolucionan y cómo se divierten y relajan a la vez.
Esos momentos también tienen un poco de compartir las alegrías y las penas de cada uno por lo que les sirve de vía de escape y para formar lazos entre sí, unidos por un idioma en común.
Les estamos muy agradecidos por dejarnos asistir a un pedacito de sus vidas con nosotros y solo nos queda desearles un feliz aprendizaje.