Compañerismo y empatía son las dos palabras que mejor pueden transmitir la entrevista que le hemos hecho a Flor Cataluña, una de las grandes veteranas de Cruz Roja en la Comunidad de Madrid, tras 32 años en nuestra entidad. Flor es pura alegría, simpatía y, además, destaca su valentía y ganas de afrontar la vida, especialmente cuando le diagnosticaron un cáncer de mama hace apenas dos años. Asegura que el cariño es la mejor medicina para afrontar una enfermedad, y que sus compañeros y compañeras han estado apoyándola día tras día.

Os dejamos con la entrevista que pudimos hacerle hace unas semanas en la sede de Pozas.

Flor, cuéntanos cuánto tiempo llevas en Cruz Roja y qué relación tienes con nuestra entidad

Yo soy Flor y llevo 32 años en Cruz Roja. Empecé de trabajadora social en la sede de Pozuelo, donde empezamos a construir todo desde cero, y a mí me encantaba ese trabajo. Era una trabajadora social nata. Creo que era buena, me preocupaba mucho la gente, las dificultades que tenían… y era un momento en el que se trabajaba sin ordenadores y de forma muy cercana a las personas, con unas necesidades bastantes diferentes a las que hay ahora. Ha cambiado muchísimo, empezando por las sedes, lo cual es buenísimo. Para mí, un cambio total fue el tema del ordenador, aunque haya mucha más burocracia ahora.

 

 

¿Cuál ha sido tu trayectoria?

Estuve 25 años en la asamblea de Pozuelo, un sitio donde he sido muy feliz. De Pozuelo pasé a la sede de Pozas, en el proyecto de Espacio Pozas. He de decir que también he estado muy contenta porque mis compañeros son muy buenos. En Pozas he aprendido mucho. Cuando llegué a Pozas era la coordinadora del Espacio. Como ahora ese espacio ha desaparecido-aunque los talleres se siguen haciendo, pero de forma distinta- estamos viviendo ese cambio.

A día de hoy voy a ser referente o coordinadora del IMAP, de ODS, de las actividades trasversales que tienen los compañeros y compañeras en los proyectos, de las ferias comunitarias del barrio, etc. Me he incorporado hace poco tiempo y estamos centrando aún las funciones.

 

Teniendo en cuenta que llevas tantos años en la casa, ¿Cómo ves la transición que ha tenido Cruz Roja en todos estos años? ¿Se han dado pasos de gigantes para adaptarnos a los nuevos tiempos?

Yo creo que sí, era un cambio necesario. Pero no se nos puede olvidar que debemos estar cada vez más cerca de las personas.

 

Flor, háblanos sobre ti. ¿Qué ha pasado en esta última época?

A mediados de julio de 2020, al inicio de la pandemia, fui a una revisión del pecho y me dijeron que tenía un cáncer, y que no puedo venir al día siguiente a trabajar. Yo pensé, “¿cómo? ¡Yo quiero despedirme de mis compañeros!» El médico me dijo que me iban a operar rápido y me despedí de ellos al volver del hospital. A los cinco días me operaron.

En estos quince meses he mantenido siempre mi sentido del humor, tanto que las enfermeras me dijeron que me iban a dar un grupo para que les animara. El momento más duro fue decírselo a la gente que quiero: a mi hija, a mis hermanos, a mi marido Javier… pero luego dije “a por ello”.

 

 

Desde Pozas me mandaron una nota a casa, diciéndome que me iban a cuidar de los pies a la cabeza. Había unos calcetines y el dinero para una peluca…Yo solo puedo darles las gracias. Durante mi enfermedad he sentido cuidada y querida por todos ellos, y eso te ayuda mucho. Es lo único importante de la vida: querer a las personas y que ellas te quieran a ti.

 

¿Cómo se vive el día a día y cómo asumes una noticia de ese calado de la noche a la mañana?

Si te digo la verdad no lo sé. Yo la gestioné como soy, con la mayor alegría e ilusión posible. Yo no quería que vieran a una persona enferma. Me compré una peluca con la que me veía cómoda.

En cuanto a aspectos más prácticos…en estos meses he andado muchísimo. Podría haber hecho el Camino de Santiago como 20 veces…. He leído muchísimo, como 90 y pico libros en un año, he aprendido a cocinar…

«Me he sentido cuidada y querida, y eso te ayuda mucho»

 

Intenté estar físicamente lo mejor que podía, y también quería estar también guapa, porque es un cambio horrible: la comida no te sabe a nada, te quedas sin cejas, sin pelo, estás al principio más delgada…

A esto hay que añadirle el tema de convivir con un cáncer con una pandemia. Yo no podía ver a nadie, a ningún amigo. He pasado todo este tiempo con mi marido Javier y Belén, mi hija. Yo a Javier le decía “después de tanto tiempo juntos nos vamos a volver a casar si salimos de esta queriéndonos”.

¿Dónde afecta más? ¿Al cuerpo o a la mente?

Yo creo que de mente soy fuerte, y no quiero ser chula. El cuerpo es difícil: te dan calambres, estas muy cansada… Pasas al principio mucho miedo….

Otra cosa dura es que al haberlo pasado en medio de una pandemia tuve que acudir a todo sola: al médico, a la quimioterapia, a las revisiones.

 

«A mí me ha parecido maravilloso el apoyo de todos mis compañeros y compañeras de Pozuelo y los de Pozas»

 

¿Cuál crees que es la mejor manera de ayudar a una persona que padece una enfermedad como esta?

Lo primero, no decirle “tu puedes”, porque una persona puede y a veces no puede. Cuando alguien tiene un cáncer, a veces no se sabe situar. Si te apetece hablar hablas, si no, no hablas. Pero, además, hay que tener en cuenta que hablar siempre del cáncer es agotador: necesitas reírte, hablar de otras cosas, divertirte… Lo trataría con toda la normalidad del mundo.

Sin embargo lo más importante es seguir queriendo a la gente, sujetándola, estar ahí.

Flor, en una de sus primeras visitas tras la operación

 

¿Cuál ha sido tu mejor medicina?

El cariño, sin ninguna duda. Que me quiera la gente y podérselo devolver.

 

¿Cómo te han ayudado desde Cruz Roja?

A mí me ha parecido maravilloso el apoyo de todos mis compañeros y compañeras de Pozuelo y los de Pozas. Estos últimos, cuando yo tenía sesión de quimioterapia los viernes, me mandaban una foto que ponía “Estamos contigo”, durante todos los viernes que duró la quimio.

 

Icono del grupo de whatsapp donde sus compañeros y compañeras le animaban de continuo

 

Me he sentido también muy querida y muy acompañada por la alta Dirección. No puedo decir otra cosa, solo puedo dar las gracias: ha sido un año y pico que no han dejado de llamarme. Gracias es la palabra más bonita que conozco y es para vosotros.

 

Ahora, ¿Cómo estás?

Estoy pasando revisiones, cruzando dedos para que todo salga bien, por lo demás, lo único que espero es seguir sonriendo.

 

Estando en una fase más tranquila y con ganas de volver a la normalidad, ¿has reflexionado sobre todo lo que te ha pasado?

Te diría que no me ha dado tiempo porque, entremedias, han pasado otras cosas que me han tenido también ocupada y entretenida.

 

Si tuvieras que vivir en algún momento que destaques y que no vayas a olvidar, ¿Cuál elegirías?

El momento en el que me llego una hucha de mis compañeros con dinero para comprarme una peluca. Yo ya me la había comprado, pero eso no se olvida. Es maravilloso. No lo voy a olvidar nunca.

 

Ahora que recuperas la normalidad, ¿Cómo se gestiona esa huella de haber vivido en primera persona una enfermedad así?

Yo tenía muchas ganas de empezar a trabajar porque quería volver a mi vida normal: ir a Cruz Roja, ir a mis clases de teatro, estar con mis amigos… Espero poder hacerlo dentro de poco. Creo que la huella queda en el corazón.

 

¿Cómo ha sido el encuentro con tus compañeros?

Pues subí la calle Espíritu Santo unas tres veces, porque llegaba a la esquina y me ponía a llorar, volvía a bajarme la calle y luego la volvía a subir. Fue una emoción tremenda. Durante lo que ha durado lo más gordo de mi enfermedad he podido ir a verles tres veces. Al final les echas mucho de menos, hemos pasado muchas horas y nos tenemos mucho cariño.

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