En Cruz Roja en la Comunidad de Madrid tenemos un personal voluntario comprometido, activo y, además, muy alegre y divertido. Esta podría ser la carta de presentación de nuestra siguiente protagonista, María Jesús Martínez. Voluntaria desde 2020 en la asamblea local de Madrid, María Jesús no ha dejado ni un solo día de ofrecernos esa sonrisa y esa chispa tan natural que desborda, y que nos alegra a nosotros y a nosotras, y a todas las personas que trabajan con ella. Por ello, desde la asamblea han querido entrevistarla y que nos contara su punto de vista sobre ciertos temas de su labor como voluntaria.
¿Cómo llegaste a Cruz Roja?
Quería haber estado en Cruz Roja anteriormente, pero mis circunstancias laborales no me lo permitían. Llegué justo con la pandemia, en mayo de 2020, cuando la empresa en la que trabajaba hizo un ERE y yo salí de la empresa; por edad ya no iba a volver al mundo laboral. Además, tenía un ejemplo: mi hermana, que es voluntaria de Cruz Roja en El Ejido (Almería). La veía feliz y a la vez me encontraba con muchas horas libres al día, al dejar de trabajar. Quería llenar mi vida y me inscribí para solicitar el voluntariado.
Poco después me llamaron para hacer una actividad que se necesitaba ese verano y la hice. Cuando se terminó esa actividad me preguntaron si quería continuar en el proyecto y quise probarlo. En principio, mi idea era estar directamente con el usuario, pero lo probé y descubrí que no era lo mío, así que me quedé en Voluntariado, en el área que estoy desde mayo de 2020. Además, a mí me gustan los papeles, porque siempre he trabajado en oficina.
Esta labor, ¿te da muchas satisfacciones?
Sí, entrevisto a personas que quieren hacer voluntariado. Y, además, esta semana con un sí “grandote”.
Las personas que hacemos actividades transversales no sabemos a qué contribuyen exactamente, porque el que está en Cañada Real o en otros proyectos con el usuario final, sí tiene la sensación de hacer cosas, pero yo me planteaba, ¿qué hago?
Te decía lo del sí grande porque esta semana he ido a un curso de formación y he encontrado personas a las que yo había entrevistado en el último mes. Una de ellas me dijo que la había asesorado muy bien y otra persona -que ha pasado por unas circunstancias muy difíciles-, se acercó, me dio un beso y me dijo: “El cariño que me aportaste en la entrevista telefónica que tuvimos fue el motor para que yo me animara a colaborar y creo que nunca te voy a poder agradecer lo que me diste”. Eso me hizo tremendamente feliz. También me encanta hacer “bolos”: sensibilizaciones y captaciones externas en coles, institutos, ferias de voluntariado y demás.
¿Quieres contarnos alguna anécdota de tu actividad en voluntariado?
Tuve un punto de satisfacción que fue la visita al punto de vacunación masivo que montó la organización en el estadio de fútbol Wanda Metropolitano (ahora Cívitas Metropolitano) en el verano del 21, en la pandemia del COVID-19.
La primera sensación de que lo que hago tiene una utilidad fue allí, porque el departamento de Voluntariado llenó ese proyecto de personas voluntarias y las veías felices. Además, realmente encontré la diferencia en un momento tan difícil, en cómo se trataba y se cuidaba a las personas, respecto a otros sitios. Donde yo me vacuné no era lo mismo. Por la manera en la que estaban trabajando las personas voluntarias me di cuenta de que hay otros mundos, pero están en este. Y me sentí orgullosa porque había formado parte del equipo que les había llamado y les estaba apoyando.
Una persona me comentaba que probablemente todos querríamos ser el médico que sale en el anuncio ayudando a otras personas, pero para que alguien vacune hay toda una infraestructura detrás, es necesario organizar el punto logístico, y mucho más. Y, al final, te das cuenta de que esos pequeños granitos que cada uno aportamos permiten que seamos una gran cadena y la principal organización de voluntariado del mundo, y que podamos apoyar allí donde se necesite. Son pequeños gestos que cambian el mundo.
¿Cómo se hace una entrevista de primera acogida del voluntario?
Una de las cosas que hacemos es tratar de encontrar el puesto en el que vaya a estar feliz. Por eso, encontrar a alguien que se va implicando y que has guiado tú es muy satisfactorio; hemos hecho match, como decimos en el equipo, entre lo que nosotros necesitamos como organización y lo que quiere la persona. Si haces el match, lo has hecho bien.
Hay un riesgo, porque eres consciente de que se necesitan personas voluntarias en determinados proyectos e intentas dotar de cobertura, pero también tienes que tener en cuenta los gustos, los criterios y las habilidades de la persona.
¿Qué dificultades te has encontrado?
No estoy con el usuario o usuaria y no me encuentro con situaciones tan duras como las que me consta que tienen otros compañeros y compañeras.
En mi día a día, lo único que me resulta a veces duro es ver a alguien que acaba de llegar a Madrid y no tiene estabilidad, pero quiere hacer voluntariado. Y tienes que decirle que lo primero es que organice su vida, que haga alguna actividad esporádica o que vuelva más adelante para que le busquemos un proyecto cuando tenga más estabilidad. Si quiere ayudar y no lo puede hacer, se convertirá en una carga más y en una frustración. Nunca decimos que no sea voluntario/a, pero sí que se cuestione si es el momento adecuado, porque el voluntariado va de que lo disfrutes.
¿Cómo se gestiona el ciclo de vida de las personas voluntarias?
Tenemos que tener en cuenta el ciclo de vida de las personas, y que las circunstancias personales te pueden cambiar en un momento. Es un tema que nos preocupa a toda la organización. Todos somos uno, personal técnico y voluntario.
Creo que el abandono es, un poco, por las circunstancias de cada uno/a. Ahora, por ejemplo, me encuentro con personas que están estudiando en Madrid un máster, que tienen tiempo y quieren colaborar, pero te dicen previamente que van a estar solo unos meses. Por tanto, en ocasiones hay bajas, pero muchas son porque las personas continúan con su vida laboral y es difícil compatibilizar vida personal, laboral y voluntariado.
Por supuesto, hay un porcentaje de voluntarios/as que no están a gusto, pero si eso ocurre, hay varias fuentes a las que recurrir: al referente de la actividad, al referente de voluntariado, al tutor, a la persona que lo recibió… Para, en un momento determinado, buscar otro proyecto. Y la ventaja es que en Cruz Roja hay una amplitud de proyectos enorme y es fácil que encontremos uno que le encaje a la persona en función de sus circunstancias personales.
¿Qué se hace y qué podemos hacer para fidelizar al voluntariado y que se mantengan en la organización?
Los siete principios básicos son muy importantes y no les damos la importancia que tienen. Yo fui la primera, al hacer el curso básico de formación institucional, en pensar que era un rollo porque quería empezar ya a ayudar, pero luego, cuando empiezas a hacer la actividad de voluntariado, te das cuenta de que gracias a estos principios básicos somos quienes somos. Son nuestro eje. Y yo digo en broma que habría que añadir un octavo: “disfrutar”. Porque no tiene sentido hacer una actividad de voluntariado si no vas a disfrutar.
El matiz para que un voluntario siga haciendo lo que hace, es que disfrute. Un día puedes tener un problema concreto de algo que no se te dé bien, pero o tienes que ir a disfrutar con lo que haces. Para problemas ya está la vida.
Después de estos años, ¿qué dirías que debe tener una persona voluntaria para colaborar en Cruz Roja?
¡Ganas! Si en la vida tienes ganas y actitud, lo demás te va a resultar muy fácil. Evidentemente, hay proyectos como socorros y emergencias donde tienes que tener formación técnica, pero para un voluntariado sobre todo tienes que tener ganas de ayudar, de hacer cosas y disfrutar. Si tienes esa predisposición, lo vas a asumir.
Hay un voluntariado que requiere una cualificación. Las personas que hacemos la acogida lo tenemos en cuenta. Además, tienes que conocerte a ti mismo y tus límites. Y si quieres y/o necesitas formación, Cruz Roja te la da, pero tú tienes que ser consciente de a qué te vas a enfrentar. Ayudamos a personas que están en situación de extrema vulnerabilidad y eso tenemos que saberlo todas las personas voluntarias, pero si tienes ganas, es muy probable que lo hagas bien.
¿Repetirías este camino?
Por supuesto. Además, se lo recomiendo a todo el mundo. Lo mejor que se puede hacer al menos una vez en la vida es voluntariado, porque eso te permite salirte de tu yo, dejar de mirarte a ti mismo y ver que hay otra realidad, que somos afortunados o que nuestros problemas no son tan graves.
Ya sé que es un tópico, pero en mi caso es real: el voluntariado me da mucho más de lo que yo puedo dar. A mí, por mis circunstancias me ha hecho más feliz.