El pasado 29 de diciembre conocíamos la gran idea que tuvo Ecoembes: crear una orquesta con instrumentos de residuos reciclados. Vanesa Vilela es una de los 100 integrantes de la orquesta, con un violonchelo muy pop.
Tiene un cuerpo de latas de refrescos de colores y un mástil con tenedores retorcidos. A primera vista es fácil dudar de su sonido. Pero en un instante, esta joven de 20 años desliza sus dedos por los trastes, pasa el arco por las cuerdas y emerge una alegre melodía. Es Bella Ciao, que resuena en los pasillos del colegio público Manuel Núñez de Arenas, en Vallecas (Madrid), donde hoy ensaya con su orquesta, una de las más peculiares del mundo. “Lo del violonchelo fue amor a primera vista. Es elegante. Cuesta acostumbrase al tono, pero luego ya ves qué buen sonido”, explica.
La orquesta, dirigida a niños y niñas en situación de vulnerabilidad social de barrios situados en la Comunidad de Madrid, utiliza la basura reciclada para darles «una segunda oportunidad a las personas y a los envases».
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Además, esta es la página para conocer la «música del reciclaje».
Conocemos la historia de los futuros residentes del primer centro de mayores LGTBI, un colectivo donde se multiplica el riesgo de marginación y exclusión
Además, hemos visto interesante dar a conocer el reportaje publicado en El País el pasado 1 de enero, sobre las personas que habilitarán la residencia especializada en personas mayores LGTBI, de la Fundación 26 de Diciembre. “Después de todo, somos un sector que ha pasado por el maltrato de una dictadura, el estigma del sida y todas las calamidades posibles. Y cuando parecía que al fin teníamos algo que celebrar, nuestra edad ha sido el factor decisivo para caer en el olvido”, explica el presidente de la Fundación, Federico Armenteros.
El reportaje pone el foco en una cuestión que en muchas ocasiones es invisible a la población: el riesgo de la marginación en las personas que integran el colectivo LGTBI que tienen más de 65 años: “La mayoría de nosotros no hemos podido vivir con libertad. Hemos sido denominados vagos y maleantes, enfermos mentales y hasta hemos tenido que escuchar que la tragedia del sida era un castigo divino a nuestros pecados”, resume Armenteros.
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