Hablamos con Gabriel Piccoli, voluntario comprometido que ha dedicado su tiempo y esfuerzo a apoyar en situaciones de emergencia sanitaria y humanitaria. Gabriel comenzó su labor en Cruz Roja durante los momentos más difíciles de la pandemia y ha continuado hasta el día de hoy, desempeñándose en el transporte sanitario urgente en Madrid y, más recientemente, en operaciones de ayuda a personas migrantes en las Islas Canarias.

A lo largo de esta entrevista, Gabriel nos comparte sus experiencias cuando decidió apoyar en la labor humanitaria en la isla de El Hierro y Lanzarote, los desafíos que ha enfrentado en primera línea, y cómo estas vivencias han impactado su vida tanto profesional como personal. Su relato nos ofrece una visión cercana y humana de la labor voluntaria en contextos de alta exigencia, y nos invita a reflexionar sobre la importancia de la solidaridad en tiempos de crisis.

¿Quién es Gabriel Piccoli?

Gabriel.- Comencé en Cruz Roja cuando comenzó la desescalada, por lo que probablemente fue en 2021, dentro del área de Socorros y Emergencias en Transporte Sanitario Urgente. Desde abril, soy el voluntario referente de este servicio en la asamblea de Alcorcón.

¿Qué es lo que haces en el transporte sanitario urgente?

Gabriel.- Colaboro en las ambulancias de soporte vital básico que Cruz Roja tiene disponibles para la red de ambulancias de la Comunidad de Madrid. Nos encargamos de realizar cualquier tipo de servicio sanitario que requiera un ciudadano a través del 112. Soy técnico en emergencias, es decir, mi labor profesional es como técnico en emergencias.

¿Cuál es la situación actual en Canarias en relación a la llegada de personas migrantes?

Gabriel.- En general, la situación en Canarias ha sido complicada debido a la llegada masiva de personas migrantes, principalmente desde África Central. Las Islas Canarias son el punto de llegada más cercano para ellos. Este aumento significativo de personas está siendo todo un desafío para Cruz Roja en Canarias. Por eso, desde Canarias se abrió una convocatoria a nivel nacional para pedir apoyo a otras delegaciones de Cruz Roja, como la de la Comunidad de Madrid, con el fin de enviar personas voluntarias a colaborar.

Estas convocatorias están abiertas a todo el mundo, incluso a quienes no pertenecen a Cruz Roja. Si eres voluntario y cumples con los perfiles que se buscan (como técnicos en emergencias, médicos o intérpretes), puedes solicitar participar. Dependiendo de la demanda y las necesidades específicas en cada convocatoria, se seleccionan los perfiles más necesarios.

canarias

En la última convocatoria producida en el inicio del verano fui asignado a la isla de El Hierro desde Madrid. Estuve allí a principios de verano, y luego, en una segunda convocatoria, fui a Lanzarote. Durante esa semana en El Hierro, estábamos localizables las 24 horas del día. Si llegaba una patera o un cayuco, nos avisaban a todas las personas voluntarias que habíamos venido de fuera, así como el personal local, tanto voluntario como laboral. Recibíamos un mensaje indicando la llegada de una patera con la hora estimada, y en ese momento teníamos que prepararnos. En El Hierro, donde nos alojábamos, estábamos a solo dos minutos a pie del puerto, así que no teníamos problemas para llegar rápidamente.

Estuve en El Hierro con dos enfermeras, una de Huesca y otra de Almería, y con un compañero de Jaén que estaba allí en apoyo humanitario. También había otro compañero de un pueblecito de Castilla y León que era técnico. Durante esa semana, solo tuvimos la llegada de una embarcación pero aprovechamos el tiempo para compartir experiencias y formas de trabajo, que son muy diferentes según la región. Esto nos permitió intercambiar opiniones y vivir momentos distendidos.

¿Qué tipo de intervenciones hacías allí?

Gabriel.- En El Hierro, nos dejaron un coche alquilado para nosotros y nos pidieron que nos acercáramos a un sitio llamado El Convento, donde estaban alojadas personas migrantes. Se suponía que debíamos hacer una asistencia sanitaria a cinco personas, pero al final llegaron 25.

En otro momento recibimos la alerta de la llegada de una embarcación y nos unimos al dispositivo. Mi tarea consistía en apoyar a las personas que estaban de enfermería, especialmente si no había necesidad de realizar traslados, dentro de lo que llamamos el «Pitalito», que es un pequeño hospital de campaña. Mi labor era ayudar tanto a las personas que realizaban la asistencia sanitaria como al médico del Servicio de Urgencias Canario. Si había que trasladar a algún paciente, se decidía en qué ambulancia, la del Servicio Urgente de allí o la nuestra según lo determinara el médico.

¿Cómo te sentiste en primera línea de acción?

Gabriel.- Fue una experiencia muy distinta a lo que hago normalmente en el Transporte Sanitario Urgente, donde suelo atender accidentes, caídas, etc. En esta ocasión, estaba frente a personas que vienen de otro país en busca de una oportunidad en la vida, lo cual es una situación completamente diferente.

Recuerdo que, cuando nos llamaron para la primera activación —que fue la primera y, hasta ahora, la única que he tenido que hacer—, lo primero que hice al llegar, a pesar de que nos habían explicado previamente el procedimiento, fue quedarme en un sitio apartado, observando. Esto es algo que aprendí durante mis estudios de Grado Medio y en el certificado: cuando no conozcas cómo se trabaja en un lugar, es mejor apartarse y observar hasta entender bien lo que sucede.

Cuando las personas migrantes empezaron a desembarcar, me coloqué en un rincón, quieto, observando. Recuerdo que se me acercó un inspector de la Policía Nacional y me preguntó si estaba bien. Le dije que sí, que era la primera vez que hacía esto, y que prefería observar antes de intervenir. Después de un rato, empecé a ayudar a las compañeras de enfermería. Como también tengo experiencia en hospitales, me fue más fácil adaptarme al funcionamiento, aunque fuera en un contexto diferente y a menor escala.

Desafortunadamente, tuvimos dos fallecidos, lo cual fue impactante. El policía me preguntó si estaba seguro de poder hacerlo, y le dije que sí, que por desgracia ya había visto otros fallecidos en mi trabajo. Lo que más me impresionó fue el fuerte olor a salitre, no solo de los fallecidos, sino de todos los que venían en la patera.

Una de las primeras cosas que se hace es secar bien a las personas, quitarles la ropa mojada y darles ropa nueva, incluida ropa interior para dos días. Luego, el equipo de trabajo social y los intérpretes se encargaban de recoger sus datos personales: nombre, apellidos, edad, enfermedades previas, etc.

Si alguien necesitaba asistencia sanitaria urgente, en lugar de cambiarse de ropa, se le llevaba directamente al hospital. Allí se le estabilizaba y, si no requería traslado adicional, volvía con el resto del grupo para recibir ropa y asistencia. Si necesitaba traslado, se le llevaba al hospital, que en El Hierro está a unos 45 minutos del puerto. Después de todo esto, volvimos al dispositivo y recogimos nuestras cosas.

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¿Cómo viste a los equipos de Canarias?

Gabriel.- A los del Hierro se les veía exhaustos, y agradecían enormemente la llegada de cada persona que iba a echarles una mano; para ellos, era prácticamente un milagro. Somos humanos, y quien diga que ver 20 embarcaciones en un año no le afecta, no está siendo sincero. Es como cuando en el transporte sanitario atendemos paradas cardiorrespiratorias o suicidios; al principio puedes pensar que es «otro más», pero con el tiempo todo eso va pesando, porque no somos robots, somos personas.

La llegada de gente de fuera les alivia un poco, les da un respiro, aunque sea temporal, y permite que alguno de ellos puedan descansar. Sin embargo, aunque descansen, siguen preocupados y comprometidos, siempre dando lo mejor de sí por el resto de sus compañeros.

¿Cómo te hace sentir esta experiencia a nivel personal?

Gabriel.- A nivel personal, todo esto me hace sentir que estoy en un aprendizaje constante. No solo en Cruz Roja, sino también en nuestro ámbito de la atención hospitalaria y el transporte sanitario urgente. Este voluntariado te enseña que nunca lo sabes todo; siempre habrá una guardia en la que un compañero te diga: «Oye, esto me lo enseñaron a hacer de esta manera», y así aprendes algo nuevo. Tanto en Cruz Roja como cuando estuve en Protección Civil, se crea un ambiente de familia.

Si tuvieras que resumir tu experiencia allí brevemente, ¿cómo lo harías?

Gabriel.- Diría que ha sido increíblemente gratificante, y aun así me quedo corto. Poder ayudar no solo a las personas migrantes que llegan en situaciones desesperadas, sino también a mis compañeros/as en circunstancias que los desbordan, es algo que me llena profundamente.

Es conmovedor poder ayudar a personas que han huido de su país, enfrentando peligros inimaginables, ya sea por motivos políticos, guerras, hambre, o cualquier otra razón. Cruzar el océano en una embarcación pequeña requiere un valor inmenso, y la incertidumbre de si llegarán o no es aterradora. Durante mi tiempo en El Hierro, vi noticias de una patera que apareció con nueve cadáveres a bordo. Salieron, pero nunca llegaron a su destino. Es desgarrador pensar cuántos más quedaron en el camino.

También me di cuenta de que muchos estas personas no son necesariamente personas sin recursos, pero sus vidas corren peligro en sus países de origen. La opción de irse en avión no es viable porque, aunque pudieran costearlo, las fronteras se los impiden y los devuelven a la misma situación de la que huyeron. Pagan sumas exorbitantes para cruzar el mar en condiciones terribles, con la esperanza de llegar a la costa española. Los que lo logran son afortunados, pero muchos otros no lo consiguen.

Esta experiencia ha cambiado mi perspectiva y la de otros/as compañeros/as. Entender que quienes llegan no buscan aprovecharse, sino escapar de un peligro real, nos ayuda a ver la situación con más empatía y humanidad.

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