Mónica tiene 40 años y es mujer, madre y diplomada en Auxiliar de Farmacia. También es superviviente de violencia de género. Durante 18 años convivió con una pareja, el padre de su hija, que ejerció sobre ella cinco tipos diferentes de maltrato: físico, psicológico, ambiental, social y económico. Ella se separó de él hace ya cinco años y desde entonces las cosas no han sido nada fáciles para ella y su familia. Sin embargo, con el tiempo, con apoyo y haciendo acopio de una gran fortaleza, está consiguiendo salir adelante.
Este 1 de noviembre se embarcó en una nueva aventura muy lejos de su ciudad, Madrid: se ha marchado a Alemania a trabajar como conductora de autobús, cumpliendo uno de sus sueños. En una profesión fuertemente masculinizada y en un país completamente ajeno a su experiencia anterior.
A mediados de octubre, tuvimos la oportunidad de hablar con ella y que nos contase cómo había sido su historia, cuáles son sus miedos, sus ilusiones, sus proyectos. Y, sobre todo, el papel fundamental que Cruz Roja, junto con otras organizaciones sociales, hemos cumplido para ayudarla a sacar de dentro toda su fuerza. En el año 2016 y has 2018 formó parte de nuestro servicio de ATENPRO y, en abril de 2018, acudió a nuestra entidad tras haberse quedado sin trabajo unos meses atrás, comenzando a participar en nuestro proyecto de Empoderamiento y de Incorpora para búsqueda de empleo, para sumarse también posteriormente al proyecto Tolerancia Cero junto con su hija.
«Una vez al pasado por un proceso de violencia, las secuelas continúan y van superándose poco a poco con el tiempo», cuenta Eva Calle, técnica de Empleo que ha estado acompañando a Mónica desde entonces. «Mónica recurrió a Cruz Roja buscando apoyo en materia de formación, capacitación y ayuda económica: es una mujer con mucha iniciativa, muy participativa y con muchas ganas de hacer cosas«, nos explica.
Por eso, con motivo de este 25N, Día Internacional por la Eliminación de las Violencias hacia las Mujeres, os dejamos la entrevista que le hicimos una mañana en la que todavía hacía calor, en una salita de nuestra sede de Pozas, a la que Mónica acudió con su camisa roja de cuadros y una chapita que reivindicaba el fin de la violencia de género estampada sobre el pecho.
Este es nuestro homenaje a Mónica y a todas las mujeres que pasan por situaciones iguales o parecidas a las que sobrevivió ella. Porque son esenciales los espacios en los que alzar la propia voz.
En primer lugar nos gustaría conocerte. ¿Quién es Mónica y cuál es su historia?
Pues me llamo Mónica, tengo 40 años y me separé hace ya cinco. Mi situación era crítica, porque sufrí cinco expresiones de maltrato distintas por parte del padre de mi hija, con el que pasé 18 años de mi vida: físico, psicológico, ambiental, social y económico. Intentó suicidarse dos veces culpabilizándome a mí porque decía que le había abandonado. Pero cuando una persona quiere separarse y le dice a otra “no quiero estar contigo”, nadie se lo puede impedir.
Actualmente me encuentro bastante mejor, pero he tenido que luchar mucho, porque nadie te regala nada. Hay algunas ayudas y herramientas y es muy importante juntarse con personas te apoyen. Muchas te abandonarán por el camino y no te creerán. He trabajado durante mucho tiempo en el sector farmacéutico, pero las circunstancias han hecho que no pudiese tener nunca un trabajo estable y la persona que tenía a mi lado tampoco me facilitaba las cosas, porque controlaba adónde iba o dónde no. Tengo una hija adolescente de 14 años, que ha estado conmigo en todo momento y ha tenido que vivir esta situación tan complicada.
¿Qué papel ha desempeñado Cruz Roja en todo esto?
Estoy agradecida a Cruz Roja porque allí di con dos maravillosas personas, Eva Calle – trabajadora social del programa Mujer- y Lourdes Rodríguez – técnica de empleo del proyecto Incorpora-, que me ayudaron muchísimo: nunca me juzgaron ni criticaron, sino que me escucharon y trabajaron por hacer que me sintiese a gusto, como en casa.
Además acudí a otros espacios, estuve con mi trabajadora social, en Torre Arias, y al espacio vecinal de Montamarta, donde me estuvieron ayudando con mi currículum; también al Centro de Atención Psicosocioeducativa para mujeres y sus hijas/os víctimas de violencia de género (C.A.P.S.E.M.), de la red municipal de atención.
Gracias a toda esta ayuda me quité el sentimiento de culpabilidad que tenía. Sentía que yo había hecho algo malo y en realidad no era así. Somos mujeres libres y podemos hacer con nuestra vida lo que queramos.
¿Cómo fue tu aterrizaje en nuestra Institución?
A Cruz Roja llegué por Fátima, una buena amiga mía, que me instó a que llamase. Mi situación era muy mala, no tenía ni para comer. Al principio fui al centro de Moratalaz, pero me derivaron a Ciudad Lineal, que era la zona que me correspondía. Una vez allí, la primera entrevista que hice fue con Eva y ella fue quien me estuvo haciendo un seguimiento, me llamaba y nos veíamos periódicamente. También hice allí un curso de defensa personal, con Juan, y me propusieron hacer otros, aunque me resultó muy complicado porque debía encargarme de la niña, del colegio, del trabajo… . Aun así, también recibí ayuda de alimentos y con el dentista, que en aquel momento no podía costearme yo. Aunque sobre todo, recibí apoyo moral, que es crucial.
Más tarde conocí a Lourdes, a través de Eva, y empecé a ir a la sede de Pozas. Lourdes me proporcionó una ayuda para el abono transportes y me mandaba muchas ofertas de empleo, al principio del ámbito farmacéutico, que era el mío. Pero en aquel momento yo no quería trabajar de cara al público, y empecé a buscar algo enfocado a la conducción. Y el año pasado estaba haciendo un curso en la autoescuela de profesionalización en furgonetas, taxis y turismos, cuando me enteré de que el Ayuntamiento de Madrid, en colaboración con ALSA, estaba impartiendo un curso de conducción de autobús. Me apunté y estuve esperando una respuesta 8 meses, durante los cuales me mantenía en contacto con Lourdes, que me apoyaba y trató de hacer de puente para recomendarme a empresas. Me he sacado el carné de autobús y el certificado de profesionalidad. Mientras tanto, ¡me han ofrecido otro trabajo y ahora me voy fuera de España!
¿Dirías que ha habido una conjugación de varias asociaciones e instituciones que, entre el trabajo de todas, te han ido aportando distintas herramientas?
Exactamente. He tenido que ir buscándolas yo y hubo lugares donde me cerraron las puertas, pero insisto en que, en otros muchos no. Cruz Roja entre ellos. Sin la labor que hacen estas asociaciones y entidades sociales estás. Y si te cierran la puerta en una, te vas a otra y si no, a otra. Algunos días, cuando eso suceda, te preguntarás a ti misma qué has hecho mal. Pero tienes que levantarte, saber que mañana será mejor.
Cuando llegas a Cruz Roja, tras entrar en contacto con Eva, ¿cómo se fue desarrollando todo?
Ella me informó de todas las posibilidades que había, de todo a lo que podía optar. Al principio había días que salía de allí llorando porque me sentía mal, con vergüenza, insegura sobre si de verdad me iban a poder ayudar, porque en muchos otros sitios me habían cerrado las puertas. Cruz Roja no lo hizo. Aquí me trataron bien, me ayudaron siempre que pudieron, aunque no pudiese venir personalmente me llamaban por teléfono… . Fui también a hacer un curso de Tolerancia Cero a la sede de Pozas con otras mujeres, y me di cuenta de que esto era muy importante. Juntarse con mujeres que han vivido lo que tú te ayuda a entender y darte cuenta de lo que te ha pasado. De que no estás sola.
En los proyectos de Empoderamiento y Tolerancia Cero, ¿qué herramientas adquiriste que te ayudasen a superar la situación en que te encontrabas?
Hubo dos señoras voluntarias con las que me llevé muy bien y que me ayudaron bastante. Allí hablábamos, charlábamos entre nosotras. Nos ayudaban a analizar cuál era la situación por la que habíamos pasado, nos daban pautas sobre lo que podíamos hacer para cambiarlo… . Como herramientas adquiridas, diría que he logrado valorarme y conocerme a mí misma, saber identificar lo que quiero y, sobre todo, lo que no quiero. Lo que no voy a volver a sufrir, menos por un hombre. He aprendido a priorizarme a mí, a cuidarme yo. También he entendido que si yo no estoy bien, no está bien mi hija. He podido empoderarme, ser más fuerte, valiente. En todo esto, ellas nos ayudaron. Y es que hay mucho mundo que ver, mucha gente a la que conocer, no te puedes quedar estancada.
¿Cómo te ha servido estar en contacto con otras mujeres para construir lazos o tejer redes?
En Cruz Roja he hecho amigas con las que hablo todos los días, nos apoyamos y nos entendemos. Porque hemos pasado por exactamente lo mismo. Diría que siento que nos hemos empoderado juntas. Y hay muchas cosas que se pueden hacer entre todas para salir de la rutina del agobio: quedar para ir a tomar un café, irse de museos, salir a bailar… . A mí salir a bailar y la música han sido muy importantes, me han ayudado mucho: a llorar, a reír y a ser feliz.
¿Y cómo ha sido desde entonces tu relación con los hombres?
Al principio sientes ira, rechazo, pero tienes que coger aire y respirar. Es difícil porque llegas a un momento en el que no sabes relacionarte, adoptas una actitud de autodefensa, te cuesta mucho abrirte. Como si estuviera en estado de alarma. Todavía me pasa y hasta dentro de mucho tiempo, no creo que pueda volver a tener una pareja.
Fue a través del Ayuntamiento de Madrid como conseguiste este empleo en Alemania. ¿Qué esperas de esta nueva aventura? ¿Qué te asusta, qué te ilusiona y qué te emociona más?
Sobre todo me asusta el cambio de cultura, los nuevos horarios, el tiempo, porque aquí siempre hace sol y allí al contrario, el idioma –aunque ya estoy haciendo un curso de alemán-. Nunca he estado en Alemania y tengo miedo y siento incertidumbre sobre todo. Allí ya nos han preparado viviendas a las familias que vamos a ir, se han preocupado de encontrarnos una ciudad, cerquita de Frankfurt, a la que podemos llevarnos a nuestros hijos e hijas con tranquilidad. Pero lo más emocionante es que… ¡por fin voy a ser conductora profesional de autobuses! Llevo esperándolo mucho tiempo, además de que nadie me va a pagar las facturas… Si no me dan la oportunidad en España, me voy, soy una mujer libre para irme adonde yo quiera. Tengo otra profesión, estudié para ella y no está de más. Y esto lo digo por si me escucha alguna mujer en esta situación, para animarla a que haga todos los cursos que pueda, que se inicie en cualquier profesión nueva en la que ella se sienta a gusto y bien. Lo importante es que sean felices, que puedan disfrutar de sus hijos e hijas, que crean en ellas mismas y que luchen por sus sueños.
¿A ti qué te motivó para cambiar tan radicalmente de área profesional?
Hace años, por la Fundación Laboral de la Construcción, me saqué el curso de conductora de camiones. La verdad es que ese es un mundo bastante machista: en 10 años solo conseguí que me contrataran como conductora una vez. Entonces pensé que el sector de los autobuses, que está avanzando en materia de la inclusión de las mujeres, podría ser una buena opción. Siempre me llamó la atención la conducción, la logística y la distribución. Tengo una titulación de la Cámara de Comercio en gestión de almacén y también estuve trabajando de jefa de almacenes. Y ahora bueno, me siguen gustando más los camiones que los autobuses, pero estoy ilusionada.
¿Qué reflexiones sacas si echas la vista atrás y comparas la Mónica que eres ahora con quien eras hace cuatro años?
Antes me sentía fatal: hundida, sola, triste, sin recursos. No sabía cómo iba a dar de comer a mi hija, cómo iba a pagar mi vivienda… . A día de hoy me veo bastante mejor. Sigo teniendo momentos en los que me entran ganas de llorar, porque soy humana. Pero estoy contenta, dispuesta a experimentar este cambio de vida radical que espero que salga bien. Tengo ganas e ilusión, algo muy importante, de empezar esta nueva etapa. Ya estoy tramitando todo lo necesario para llevar a mi hija conmigo de forma legal, porque ella tendrá que venir a ver a su padre cuando corresponda. Pretendo hacer todo esto desde el respeto, porque también he notado que, no entrando en su juego y respetándome a mí misma, he hecho que él me respete. Actualmente he podido volver a hablar con esta persona, porque mi prioridad es que mi hija esté bien.
¿Cómo se concilia todo esto con tener una hija?
Muy mal. Es complicado, para empezar, encontrar un trabajo que te permita conciliar con tu vida y tus hijos e hijas. A una niña hay que darle de comer, pero también hace falta darle amor, cariño y educación. Es duro no poder estar ahí para ella todo lo que necesitaría. Porque nos necesitan, somos sus heroínas. A mí mi hija me llama ‘Superwoman’. Y yo muchos días he llegado de trabajar a las 22.00 ó 23.00 horas de la noche, con ella habiéndose tenido que quedar con mi familia. No puedo ayudarla a hacer los deberes, irme con ella a dar un paseo, tomarnos un helado u otras cosas que suelen hacer las familias. Es como si me hubiera quejado coja y no porque necesite un hombre a mi lado, ni mucho menos. Porque no puedo darle todo el cariño que necesita.
Si de por sí es casi imposible conciliar nuestra vida familiar con la laboral, tras esta experiencia empeora. Estás a la defensiva para que no te hagan daño y yo creo que he perdido algunos trabajos por eso. Te ves obligada a callar, a pensar “a mí no me ha pasado nada, soy una persona normal”. Y es que eres una persona normal, pero que ha vivido una situación determinada que me gustaría que pudiesen entender. Pero no te entienden.
Además es súper importante disponer de espacios en los que estar juntas, disfrutar de un día en el campo, en un museo, donde sea. Pero claro, ¡todo cuesta dinero! Yo me tuve que poner a buscar recursos, museos que algunos días fueran gratuitos, por ejemplo. Y así, empecé a ir con ella un día al Arqueológico de Madrid, al del Romanticismo, al Palacio Real… . También hemos adoptado un perro y salimos a menudo a pasear con él.
¿Qué le dirías a una mujer que esté pasando por la misma situación por la que pasaste tú?
Que crea en ella misma, que luche, que no se deje pisar nunca más por nadie. Que se puede. Y, si tienen hijos e hijas, que les cuide, porque la necesitan. Es un camino muy difícil, hay días que lloras, que no tienes ganas de nada y sientes que quieres tirar la toalla. Es importante recurrir a quienes te están apoyando, aunque haya amistades que puedas perder, también harás otras maravillosas por el camino. Tienes que rodearte de personas que te motiven, que te recuerden que hay salida. Como decía, nadie nos regala nada, el camino es muy duro. Pero es importante levantarse todos los días, darse una ducha, mirarse al espejo, ponerse guapa, maquillarse, vestirse –si tienes poco dinero, también puedes acudir a sitios en los que regalan ropa- y comerse el mundo. No todos los días serán como una desearía, te cerrarán las puertas en muchos sitios y en muchos trabajos porque tienes hijos e hijas y no dispones de unos horarios que permitan compaginar tu vida laboral y tu vida familiar. También habrá quien te critique y te juzgue, pero a esas personas hay que apartarlas de nuestro camino. Se puede encontrar a gente buena, que quiera ayudarte y no te juzgue. Pero, para salir adelante, tienes que salir a buscarlo, no puedes quedarte en tu casa.
Muchas gracias por dedicarme un día tan señalado,mis felicitaciones,un abrazo.
Mónica:)