Después de varios meses de parón por la pandemia, los compañeros y compañeras de Intervención social de la Asamblea local de Majadahonda-Las Rozas han podido retomar las clases de español para extranjeros, lo que supone una ayuda básica e imprescindible para conseguir la completa integración de estas personas a través del conocimiento y mejora del idioma.

Hablamos con Belinda Merinero, una voluntaria que lleva tres años impartiendo estas clases de español en la sede de Las Rozas, y ha detectado que se dan distintas circunstancias en los alumnos. «Algunas personas vienen con un escaso dominio del idioma y es más costoso conseguir tanto que se abran al idioma como a socializarse fuera de sus círculos más cercanos. En esos casos, se intenta agruparlos por el nivel que tengan, ya que de otra forma se produciría un sufrimiento y desarraigo mayor para el usuario», nos comenta.

Belinda, voluntaria profesora de español para personas extranjeras.

Sin embargo, muchos de ellos ya tienen un manejo «básico» del idioma para situaciones cotidianas pero con muchos errores en el uso oral y a nivel escrito. «En estos casos, lo que se intenta es asentar bien las bases de lo fundamental en gramática, aumentar el vocabulario en diferentes entornos (médicos, bancos, estudios, sociales, institucionales…) y para ello se les plantean situaciones donde se vean en cierta manera obligados a interaccionar con sus compañeros, haciendo puestas en común sobre situaciones, opiniones, rasgos culturales comunes o diferenciados… De esta manera ellos se ven enriquecidos y, como consecuencia, amplían su círculo social y de confianza», explica.

Durante las clases, siguen un manual para pautar un poco las reuniones, utilizan la gramática que corresponda, vocabulario, escuchan audios y hacen que los alumnos hagan un resumen oral de lo que han entendido en una conversación referida a un tema, a unas instrucciones… A veces, también se les encargan ejercicios para casa, aunque no son obligatorios.

«Vienen muy motivados por contarme cosas, preguntarme dudas que les surgen en situaciones diversas y ver reconocido sus esfuerzos cuando se lanzan a hablar o preguntar»

“Se intenta hacer las clases de forma que el aprendizaje sea animado y entretenido, ya que no deja de ser un esfuerzo que se ha de ver recompensado a corto plazo con unas risas, una anécdota o un desahogo sobre temas que surgen en el mismo día en el curso”, añade Belinda.

El objetivo a final del curso es que sean más independientes a nivel de uso con el español, aumentar su confianza en poder hacer las cosas por ellos mismos de forma más correcta, y, sin duda, llevarles a una integración en España… “Normalmente, a las clases vienen muy motivados por contarme cosas, preguntarme dudas que les surgen en situaciones diversas y ver reconocido sus esfuerzos cuando se lanzan a hablar o preguntar” explica.

Durante la pandemia, las clases se pararon de raíz por la imposibilidad de poder hacerlo por medios técnicos. «Muchos de ellos no cuentan más que con un móvil básico que está a disposición de toda la familia para deberes, gestiones… no tenían la disponibilidad para hacerlo, ya que con niños en casa y confinados, les era imposible”.

Belinda cree que aunque hubiera sido viable suministrarles tablets o dispositivos para el seguimiento de clases, el curso no hubiera prosperado dado que ellos afirman que ni tienen sitio dónde conectarse de forma tranquila ni el entorno les favorece a ello. Viven en casas pequeñas, con mucha gente, o en habitaciones.

Así mismo, ellos afirman que “su motivación para venir a clase es vernos, relacionarse, que alguien les pregunte cómo les ha ido la semana, que puedan sacar temas que les interesan… Quizás por ello, no tienen una predisposición hacia el aprendizaje telemático debido un poco a todos estos condicionantes”, comenta Belinda.

«Intento que las clases sean algo más que gramática y verbos. El año pasado traía té para todos, o un bizcocho, hablábamos de cocina, o de música, y les hacía traer a cada uno algo que hiciera o le gustara, para ponerlo en común»

“La pandemia les ha sumido en un grado más de aislamiento que se añade al que ya sufren por la falta del manejo del idioma, y creo que vienen muy motivados para superar esta brecha este curso”.

Las clases se desarrollan un día a la semana todas las semanas, sin una duración determinada. Ahora mismo, debido a las medidas de seguridad, las clases no pueden superar los 5 alumnos, con mascarillas, distancia, ventanas abiertas, y uso de gel hidroalcohólico. Por ello, se abrirán dos grupos de acuerdo al nivel de los alumnos. El avanzado de 10 a 11 y otro de nivel básico de 11 a 12 del que se ocupará otra voluntaria llamada Andrea.

Este segundo grupo será para personas que no tienen nada de nivel en Castellano, e incluso un par de participantes que son analfabetos en lecto-escritura incluso en árabe.

“El año pasado, dentro de las actividades se dedicaba algún día a compartir experiencias, un día temático, por decirlo así. Traía té para todos, o un bizcocho, hablábamos de cocina, o de música, y les hacía traer a cada uno algo que hiciera, o le gustara para ponerlo en común. Intento que las clases sean algo más que gramática y verbos. Llegamos a ser en algún momento 10 personas en clase y era muy motivador», subraya la profesora .

Uno de los objetivos es que también tengan una relación entre ellos, que compartan información y ayuda. Que al final de curso se haya ampliado su red social y vienen encantados. La reticencia inicial desaparece.

En cuanto a su motivación, Belinda reconoce que el hecho de haber tenido que vivir en distintos países y haber tenido que aprender de adulta varios idiomas por motivos familiares/profesionales, le ayuda a poder empatizar con su situación. “Me hace muy fácil entender qué es lo que necesitan”, concluye.

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