Nuestro compañero Emilio González (Referente de Comunicación en las Asambleas de Leganés y Alcorcón) ha querido, de cara al verano que ahora comienza, compartir con todas nosotras y nosotros estas reflexiones a tener en cuenta sobre el colectivo de Diversidad Funcional.
«Un año más nos enfrentamos a esos días en que el termómetro fuerza a centrar la mirada en aquellos colectivos que de una u otra forma tienen acrecentadas sus necesidades de atención. Desde nuestras Asambleas somos conscientes de ello y desarrollamos acciones tendentes a paliar esos efectos en nuestros participantes.
Permítaseme, en estas reflexiones, incluir dentro de esa especial atención al colectivo de Diversidad Funcional y aportar algunas ideas, con el objeto de sumar un grano de arena.
Principios por la Diversidad Intelectual.
En primer lugar en ocasiones nos encontramos con el no reconocimiento de la propia corporeidad, lo que conlleva no reconocer la influencia del entorno sobre la misma. La discapacidad intelectual conlleva una serie de limitaciones en las habilidades que permiten responder ante distintas situaciones y lugares, esto puede producir el resultado de no respuesta a situaciones como la insolación.
La aparición de la sudoración, una vez haya habido exposición al calor, no debe ser evitada, ya que indica que está produciéndose una termorregulación. Otra cosa es que evitemos con diligencia las situaciones que calientan el cuerpo. La sudoración indica que la persona ha sido sobreexpuesta y está intentando regular su temperatura. Una vez se ha producido la sudoración debemos contribuir a enfriar lentamente el cuerpo, simplemente situándonos a la sombra, y rehidratar. No siempre tienen conciencia de esa realidad y explicárselo es dificultoso. Hay que potenciar situaciones y ocio de reposo en lugares con temporada óptima.
Se pueden producir alteraciones del sueño (tanto por exceso, como por defecto) El calor no ayuda a mejorar los hábitos de sueño en la diversidad intelectual. Incluso puede producir alteraciones en los niveles de fármacos, a pesar de que no haya cambiado dosis ni pauta.
Del mismo modo el cambio en la textura y la temperatura de los alimentos veraniegos puede resultar desagradable por extraño. La rutina es importante en algunos tipos de trastornos. No es por tanto raro que en los cambios de estación su alimentación empeore y resulte más difícil.
Hay que estar muy atentos a la comunicación, las dificultades en el lenguaje podrían ser fatales a la hora de la petición de líquidos o expresar malestar. La inquietud, la ansiedad o la apatía podrían indicar que el equilibrio de una persona se está rompiendo por interacción con el entorno.
Las ropas del verano, de tejidos claros y frescos, suponen a veces un cambio de textura que puede provocar rechazo. Tenemos que ser conscientes de que lo que consideramos como posibles manías o caprichos, sean una molestia física real. Las preferencias personales y lo conveniente pueden siempre tener un punto de encuentro.
Movilidad reducida
Cómo sabemos, el calor disminuye el tono muscular y dilata los vasos sanguíneos, esto determina que nos cansemos antes, incluso si realizamos una actividad mínima. El calor también puede disminuir la presión sanguínea por vasodilatación, lo que puede empeorarse si la hidratación no es correcta y hay una ingesta de alimentos menor.
Las personas con poca movilidad, parálisis cerebral infantil, enfermedades neuromusculares o neurodegenerativas, poliomielitis infantil, etc, empeoran en verano debido al cansancio añadido por el calor y la fatiga muscular. Debemos conocer esta circunstancia, para poder diferenciar bien si el cambio de actividad es debida a un agravamiento de la enfermedad o a simplemente al calor.
Merece una atención los posibles rozamientos de prótesis y órtesis. Los propios materiales utilizados en la fabricación de la silla de ruedas pueden calentarse por una exposición prolongada a los rayos del sol y causar quemaduras. En el caso de las prótesis hay incluso elementos propios del verano con menor peso y otros materiales. Especial atención a los elementos antiescaras, cojines, colchones o apoyos, muchos tienen en la actualidad regulación térmica que evita el sudor y su deslizamiento. Se aconsejan en situaciones mantenidas, viajes o cuando no hay un cuidador pendiente.
Las personas en silla de ruedas tienen el mayor riesgo en sus piernas, pues no existe el reflejo defensivo de moverlas ligeramente como el resto del cuerpo al pasar un tiempo al sol. Es aconsejable cubrir las piernas con tela que permita la transpiración si se va a pasar un buen rato en exposición directa al sol.
Hay que prestar atención a las situaciones en las que se puedan producir presencia de insectos (dada la imposibilidad en ocasiones de proceder ahuyentarlos) y solventarlas con repelentes que no afecten su salud o evitando directamente las áreas donde las nubes de insectos se concentran.
Cuidados de la silla.
– Cargar todos los días. El calor disminuye la duración de la misma.
– No tapar las baterías.
– No exponerla temperaturas excesivas de forma prolongada.
– Las velocidades cortas son preferibles, no provocan sobrecalentamiento.
– Atención especial al calentamiento del mando control.»