No hace ninguna distinción de nacionalidad, raza, religión, condición social ni credo político. Se dedica únicamente a socorrer a los individuos en proporción con los sufrimientos, remediando sus necesidades y dando prioridad a las más urgentes.
Supone la esencia del pensamiento del Movimiento. Del reconocimiento de todos los seres humanos nace la no discriminación, por motivos de raza, sexo, religión, condición social, credo político o ideología. También la no aplicación de distinciones de carácter desfavorable por el mero hecho de pertenecer a una categoría determinada.
La única “discriminación” estará en base de las necesidades: la asistencia será proporcional a la intensidad del sufrimiento. Exige luchar contra todo prejuicio y actuar ateniéndose solo a los hechos a fin de hacerlo sin preferencias personales ni ideas preconcebidas.
La vivencia de este Principio no solo se ejercita en situaciones extremas de conflictos bélicos o confrontación de grupos, sino que tiene ramificaciones que nos afectan en la cotidianeidad, en la forma de relacionarnos con aquellos que “son distintos” o que no piensan como nosotros. De ahí la necesidad de profundizar en la tolerancia, como actitud que exige un ejercicio personal de apertura de la mente y aceptación del otro, tal y como es, sin menoscabo de las propias convicciones.