Eduardo José es voluntario referente de MAP (Marco de Atención a las Personas) de la zona centro. Para él, cada día es un reto, ya que es la primera cara amiga que ven aquellas personas que, a diario, piden ayuda en Cruz Roja. La capacidad de escucha, de autocontrol emocional, de empatía y de confianza que debe mostrar todas las mañanas están por encima de un mal día.

Y es que el MAP es la puerta de entrada a Cruz Roja y tiene como objetivo estar cerca de las personas vulnerables. Eduardo José lo sabe bien y, por eso, desde hace nueve meses está 100% comprometido con su labor: «Mi alma está aquí».

Nacido en Perú, acude dos días a la semana por la mañana a la sede de Miguel Servet y, junto con un equipo de nueve personas, se sienta a hablar con los/as solicitantes de ayuda para recabar sus datos, ver sus necesidades y saber hacia dónde se les puede orientar.

«Registramos sus datos, sus demandas y luego hacemos un proceso más complejo, que es valorar la necesidad desde una perspectiva integral, teniendo en cuenta sus aspectos personales, sociales, económicos o de salud», explica tras señalar que, posteriormente, se define con los técnicos un plan personalizado de intervención.

Acogida, valoración y respuesta es la misión del MAP, la esencia con la que nació la Cruz Roja, y que implica mucha escucha porque «a veces llegan pidiendo algo que no son sus necesidades reales».

Cada mañana es distinta

«Cada mañana es distinta, cada persona es distinta y te exige. Requiere mucha energía y estar en predisposición de escucha. Hay que generar un clima de confianza. Uno no sabe a lo que se enfrenta hasta que la persona se sienta», confiesa Eduardo José. Por eso, es importante tener habilidad de comunicación y paciencia.

Explica que, solo después de conocer sus necesidades, se les informa de lo que puede hacer Cruz Roja teniendo en cuenta los recursos que existen en las administraciones para evitar que las personas que vienen tengan situaciones de extrema vulnerabilidad.

De hecho, su experiencia como abogado especialista en temas de derechos para personas con discapacidad le ha ayudado en esta nueva labor que desempeña desde que descubrió que Cruz Roja va más allá de labores en crisis humanitarias.

«Vi un trabajo de inclusión social que me motivó, y ahora cada día salgo más contento», incide, aunque reconoce que al inicio fue complicado y se sentía «abrumado e intimidado», no solo por las diferentes culturas, sino también por los casos que tenía que afrontar: «pero los técnicos te hacen sentir que están contigo y te vas sintiendo en familia».

El perfil de las personas que acuden solicitando ayuda

El perfil de las personas que acuden al MAP en busca de ayuda es muy diferente y las demandas varían según temporadas. Muchos de los que se acercan tienen dificultades para cubrir sus necesidades básicas y un gran porcentaje de ellos son personas inmigrantes que llegan con expectativas elevadas y ven una realidad mucho más dura. Pero también acuden personas que, ante una situación de desempleo, se ven en este estado de vulnerabilidad y buscan cómo acceder a un trabajo.

En una mañana, Eduardo José puede atender a una decena de personas, aunque -señala- en ocasiones «viene toda una unidad familiar y hay que recabar información para todos, armar la ficha y escucharlos. Esas entrevistas demoran más».

«En ocasiones vienen con un estado emocional quebradizo y requiere más tiempo…hay que tener, sobre todo, mucha tranquilidad. Algunos de estos problemas tocan fibra personal y pueden afectar, y afectan», reconoce.

La preparación

Antes de colaborar en el MAP, Eduardo José acudió a varios cursos básicos y talleres, tanto de nivel técnico e informático como de conocimientos jurídicos o para reforzar las habilidades que se requieren para esta actividad. Por eso, recomienda a aquellos/as que quieran colaborar con Cruz Roja que vean con detenimiento sus capacidades, lo que pueden aportar «y si toman la decisión de comprometerse que sigan adelante, porque ser voluntario no es hoy lo doy y mañana me voy«.

«Es fundamental el compromiso. Los demás voluntarios/as también dependen de uno», afirma tras concluir que «es un trabajo muy gratificante». «En la vorágine del día mientras atiendes casos complejos, de repente pasa alguien, le reconoces y piensas; ya está encaminado».

 

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