En nuestro ADN como entidad, en nuestros principios y valores siempre hemos atendido a las personas más vulnerables para poder ayudarlas en sus necesidades más básicas. Cuando una persona de origen migrante llega a nuestro país, no sólo es necesario atenderla con la comida, el cobijo o la ropa, también es necesario poder atender otras vulnerabilidades que le ayuden a ser una persona más autónoma y poder facilitar su integración en nuestra cultura.

Entendemos que la diversidad cultural es una fuerza motriz del desarrollo, no sólo en lo que respecta al crecimiento económico, sino como medio de tener una vida intelectual, afectiva, moral y espiritual más enriquecedora. Todo esto está presente en las siete convenciones de la cultura, que proporcionan una base sólida para la promoción de la diversidad cultural. Esta diversidad es un componente indispensable para reducir la pobreza y alcanzar la meta del desarrollo sostenible, gracias, entre otros, al dispositivo normativo, hoy día ya completo, elaborado en el ámbito cultural.

La diversidad cultural es, ante todo, un hecho: existe una gran variedad de culturas que es posible distinguir rápidamente a partir de observaciones etnográficas, aun cuando los límites que marcan las lindes de una cultura específica sean más difíciles de determinar de lo que parece a primera vista. Además, la conciencia de esta diversidad ha llegado a ser hoy prácticamente un lugar común, gracias a la mundialización de los intercambios y la mayor receptividad mutua de las sociedades. Aunque esta mayor toma de conciencia no garantiza en forma alguna la preservación de la diversidad cultural, ha contribuido a que el tema haya conseguido más notoriedad.

Esto es diversidad cultural, y esto es lo que han querido contarnos Cristina Samuelle Lamela, de origen uruguallo y técnica del área de Mayores de la asamblea de Aranjuez, Serigne Fall, de origen senegalés y mediador social del área de Personas Refugiadas en el Hotel Wellcome, Saida Taoun, de origen marroquí y voluntaria del CAT de San Blas y Guillermo Betancourt, de origen colombiano y voluntario de la asamblea local Madrid zona Centro.  Estas cuatro personas nos han contado su historia a su llegada a nuestro país y cómo ha sido esa integración en la sociedad con nuestra ayuda.

 

La primera pregunta es evidente, quiénes sois, de qué país venís y cómo os encontrasteis con Cruz Roja

Cristina. Yo soy uruguaya. Me fui de mi país en 1991, y desde 1.995 llevo viviendo en España. Empecé a trabajar con inmigrantes por las dificultades que me encontré como inmigrante. Era hija de emigrantes españoles, y me especialicé en migración española porque quería conocer mi identidad. Estuve haciendo un estudio sobre ello, para ver qué era lo que ocurría especialmente en Aranjuez. En 2003 me contrataron como mediadora intercultural, y fui pasando por todas las áreas menos en Socorros y Emergencias. Y desde 2012 estoy en el programa de Personas Mayores en Aranjuez.

Saida. Soy de Marruecos y llevo aquí 16 años. Y soy voluntaria del CAT de San Blas en la asamblea local de Madrid zona Este.

Guillermo. Yo soy Guillermo, soy de Colombia y voy a cumplir cinco años en octubre desde que llegué a España. Y soy voluntario de la local de Madrid zona Centro

Serigne. Soy de Senegal, y llevo en España quince años, desde los 2007, y desde 2014 en Cruz Roja. Empecé como voluntario en El CAT de San Blas. Esa fue le puerta de entrada. Trabajé allí como mediador social. Después entré de lleno en Intervención Social, a través de Ayuda Humanitaria. Después pasé al área de Personas Refugiadas. Ahora mismo estoy en el hostal Welcome en Vallecas, como mediador social.

¿Porqué razón decidisteis venir a España?

Serigne. Mi llegada es un poco distinta a la llegada habitual de las personas que vienen de mi zona de procedencia. Yo estaba estudiando en Italia, Bélgica y Francia a través de una beca del Comité Internacional del Trabajo para especializarme en finanzas en la seguridad social. Hice esta formación, pero por razones políticas, no podía seguir de acuerdo con mis ambiciones profesionales. Estando en Francia, en 2007 tenía un amigo que vivía en Madrid. En España, en ese momento y antes de la crisis, había una situación económica estable y muchas oportunidades. Cuando llegué a España no hablaba ni una palabra de castellano, solo hablaba francés. Me puse a estudiar, sobre todo castellano. Conseguí buen nivel de español y me puse en contacto con la Escuela de Profesionales y de Inmigración y Cooperación (EPIC), que gestionaba Cruz Roja. Me matriculé, hice una formación sobre migración y cooperación al desarrollo.

Saida. Mi llegada aquí fue como una aventura. Me vine con un contrato de trabajo gracias a una asociación, por lo que no tuve tanto problema para entrar en España.

Guillermo. Fue una cuestión alternativa en un momento de mi trabajo. Yo quería hacer un máster y aquí tenía la oportunidad. Me dieron la plaza en el máster, me enamoré de Madrid e hice todo lo posible para quedarme.

Saida en una imagen de archivo

¿Cómo fue el recibimiento en nuestro país? 

Serigne. Yo tengo buen recuerdo de España durante los primeros meses, aunque tuve algunas incidencias aisladas. Cuando llegué, con todo mi bagaje, no tenía trabajo, me denegaron becas, y tuve que esperar a los tres años. Vendí en la calle como mantero, conocí a gente empática y muy buena y gente que de verdad se interesaba por ti. He vivido en varios países de la Unión Europea, y considero a España como un buen país en el marco de la diversidad cultural. Claro que hay casos aislados de rechazo como, por ejemplo, una vez en Plaza España una Vigilante me cogió y me maltrató, pero estos casos no pueden maquillar el comportamiento de la población en general, que considero que es una población acogedora.

Saida. Como yo llegaba con un visado de trabajo, la asociación nos esperaba a mí y a otras 20 chicas más. Nos recibieron y nos llevaron a un centro acogida y fue ahí donde empezaron a darnos formación para integrarnos aquí. Nos ayudaron a todo. Gracias a ellos he aprendido mucho. No me encontré perdida, porque, además, vine sabiendo español desde mi país. Cuando llegué a España no llevaba velo y, además, soy de tez blanca por lo que al verme, la gente no se daba cuenta de que era extranjera, hasta que hablo, que es cuando se dan cuenta por mi acento. Hay casos aislados que cuando dices que eres de Marruecos o que eres extranjera sí te lanzan una mirada rara, o da la sensación de que se arrepienten de hablar conmigo. Pero no siempre es así. La mayoría me han tratado con mucho respeto. Podríamos decir que un 10% sí tuve esa sensación de que me juzgaran por ser extranjera, pero el 90% me trataron con normalidad.

Cristina. En mi caso fui privilegiada, porque ese salto de regularizarme ya lo tenía, al tener familia española. Independientemente de que mi situación económica no fuese un problema, es muy duro emigrar. Sales de tu sitio conocido y aunque el idioma sea el mismo, realmente no lo es. Salir de una ciudad como era Montevídeo, donde había medio millón de habitantes, a Madrid, a mí los edificios se me venían encima. Fue duro dejar tu familia, tu trabajo, tu profesión, y luego es una carrera de obstáculos. Son pequeños pasos que se hace muchas veces cuesta arriba.

Guillermo. El choque cultual es inevitable, porque tú estás acostumbrado a otras cosas, pero por lo general fue bien.

Serigne, durante la entrevista

Por vuestra condición de ser personas de origen migrante, ¿habéis tenido que vivir (si la hubiera) alguna situación en la que no se haya producido la tolerancia o respeto necesario?

Serigne. A mí se me han complicado situaciones ya que, de vez en cuando te encuentras a gente que te habla de una manera que no tiene que ser. Hace poco yo estaba trabajando en otra fundación, me robaron mi teléfono en el centro. Necesitaba hacer la declaración y tener un certificado de pérdida en una comisaría. Me dijeron que no podía hacer la declaración ahí y que tenía que irme hasta Aluche, cuando yo estaba en situación regular como cualquier otro ciudadano. Pagaba impuestos, y era un ciudadano legal y lo más importante, no había cometido ningún delito. Como ciudadano, me cuesta entender eso. Por miedo de lo desconocido te encuentras situaciones en las que te discriminan. Si te vas a un centro de salud, te ponen muchas trabas administrativas… El funcionario interpreta las normas de extranjería como le apetece… Sin embargo, también es verdad en que esto no puedo generalizarlo.

Saida. Una vez me pasó que, en un parque, durante mis primeros años en España, yo estaba sentada en un banco y un señor me pidió si se podía sentar a mi lado. Le dije que sí, que no tenía problema. Empezó a hablarme y me dijo que se notaba que era extranjera. Le dije que era de Marruecos. Cuando se lo dije, me dio la espalda, buscó otro banco vacío y se fue. Yo soy la misma persona, pero al decirle que soy marroquí cambió su percepción sobre mí.

Cristina. Aquí hay una cuestión de fondo que es la importancia de la nacionalidad. En los medios, por ejemplo, si sale una noticia de tráfico de drogas, aparece la nacionalidad. ¿Por qué? El delito es delito, independientemente de quien lo cometa. Se generaliza mucho por falta de conocimiento, y eso hace que la importancia del estereotipo se eleve a unos niveles que no tenemos ni idea.

Guillermo. Yo sí me he encontrado situaciones desfavorables un par de veces. Pero todo lo que me he encontrado ha formado parte de lo que yo considero normal.

Cristina, durante la entrevista

 

Hablemos de Cruz Roja. ¿Cómo os sentisteis al entrar en esta organización? ¿Consideráis que es una organización tolerante y con respeto hacia la diversidad cultural? 

Serigne – En el ámbito de la diversidad, Cruz Roja es una institución que está dando pasos de gigante. Lo digo porque lo que he notado desde que entré en la entidad es que había ya personas de distintas culturas y países. Eso lo he visto como una integración y apertura todos los aspectos que toca la diversidad cultural y la universalidad de la institución en su ámbito laboral. En mi departamento hay árabes, personas de otras partes de Europa, españoles, africanos… todos nos hemos integrado totalmente, y estoy muy orgulloso de trabajar en una institución en la que me siento tan seguro. Además, ahora mismo, cuando veo las vacantes disponibles en la entidad, veo que se valora tener idiomas extranjeros, y eso me refuerza mucho más en mi confianza a la institución, porque eso al final es integrar a la persona que tenemos que atender, y más si hablamos del departamento de Intervención Social, donde recibimos a mucha gente que viene de distintos horizontes.

Saida. Se respeta mucho. Yo empecé como voluntaria un mes antes del confinamiento. Me trataron muy bien y con mucho respeto. Me siento muy bien con ellos y ellas.

Cristina. Creo que Serigne lo ha resumido muy bien. Yo me siento muy orgullosa de pertenecer a esta entidad. Es una casa que te da mucha formación y posibilidades si eres inmigrante.

“Tu como persona que has vivido esa situación, cuando atiendes a otra persona de origen migrante tienes que dar un paso más adelante que tu compañero que no la ha vivido.” (Serigne)

Vosotros atendéis ahora a personas que están en vuestra misma situación inicial. ¿Qué sentís cuando os encontráis a personas que llegan de otros países? 

Serigne. Lo que se siente en este tipo de situaciones puede estar en distintas parcelas de sentimientos. A la persona que entra por primera vez en la institución, yo debo atenderla con criterios profesionales. Pero hay una empatía, en función de cómo es la situación de esa persona… Tu como persona que has vivido esa situación, tienes que dar un paso más adelante que tu compañero que no la ha vivido. A mí eso me permite entender los motivos y cómo la persona se ha gestionado para llegar hasta aquí, me anticipo en muchos casos porque lo he vivido yo mismo.

Saida. Yo participo en talleres de bienvenida, porque entiendo español y árabe, y así puedo ayudarles. Vivo con cercanía la manera en la que ellos están viviendo, porque me traslado a 16 años antes, cuando yo llegué a España. Les doy consejos, les recomiendo formas de que se integren, etc. La mayoría son de mi país, y muchos vienen con la idea de que hay racismo y de que nos les van a tratar igual. Intento quitarles esa idea de la cabeza, para que puedan quitarse el miedo que les obstaculiza su vida.

Guillermo. Hay que tenderles la mano en todo lo que sea posible. En muchas ocasiones supone un shock para algunas personas, para otras personas es más fácil… Hay que ayudarles en todo lo que se pueda.

Guillermo en una foto de archivo

¿Cómo se puede conseguir que la sociedad logre abandonar los prejuicios y estereotipos y que se fomente la igualdad, la paz, el respeto y la tolerancia?

Cristina. Los prejuicios van desde tu género, la orientación sexual, la edad, el origen, etc. Estamos invadidos de ello. La sensibilización que se hace desde Cruz Roja es una labor muy grande. También necesario de que no podemos olvidarnos de la memoria histórica, de saber quiénes somos, de dónde venimos, de que muchos españoles no hace mucho tiempo tuvieron que emigrar fuera, etc. Si nos molestáramos más en conocer y educarnos, y si en las casas hubiera una educación en valores mucho mayor, nos daríamos cuenta antes de que todos tenemos los mismos derechos y deberes. Nadie sale de su país por gusto, eso es así y hay que entenderlo.

Serigne. Es una pregunta muy pertinente en el contexto actual. Yo estoy un poco preocupado por algunos discursos que estoy escuchando, me da miedo y esa situación está llevando a los ciudadanos a exteriorizar comportamientos que antes no se veían. Hay un hecho que me han llamado la atención: el abrazo de Luna (la compañera de Ceuta que se hizo viral con su abrazo en 2021) a un chico inmigrante de una forma tan humana y empática, y los comentarios que recibió la chica en sus redes sociales. Con el abrazo de Luna, la institución dio un paso adelante y espero seguir viendo intervenciones de este estilo.

Cristina. El problema es que muchas veces se da la percepción de que en la entidad solo trabajemos con gente extranjera, y está ahí nuestro trabajo de explicarles de que no es así.

Saida. En el caso del CAT, yo veo que a todos y todas se les trata por igual. No veo ninguna diferencia entre el marroquí o el africano.

¿Cuánto de importantes es promover una educación basada en valores de convivencia, tolerancia y respeto? ¿Desde dónde debería de organizarse?

Cristina. Existe racismo y discriminación porque hay un gran miedo a lo desconocido. En la base, todos buscamos lo mismo: que nos quieran, que nos tengan en cuenta, que nos reconozcan. Las personas que salen de su país vienen a buscar su sitio y a vivir una vida que no han podido vivir en su país.

Serigne. Además de la educación, tenemos que buscar otras formas de intervenir en el asunto. No puedo echar la culpa solamente a unos fallos en la educación de valores de la gente. Antes y ahora la gente recibe la misma educación.

Cristina. También tengo la sensación de que en algunas cosas vamos marcha atrás. Lo que está pasando con los discursos de odio es que están echando atrás unos discursos en valores que se han ido ganando con el tiempo, y esto no debería suceder.

Guillermo. Yo creo que el respeto, la tolerancia, la convivencia te lo deben enseñar en casa, la educación es la base de todo esto. Es fundamental, igual que en el colegio. Para una persona que no tiene en su corazón la solidaridad, que lo aprenda es muy difícil. No es algo mecánico. Debemos partir de la educación para generar personas más humanas.

 

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