Bernardo Loriente Martínez es Presidente de la Asamblea Comarcal Suroeste Fuenlabrada-Humanes y también es un ‘enamorado’ de los Carnavales Gaditanos. Tanto que nos ha escrito las mil y una razones para visitar Cádiz y comprobar, de primera mano, ese ‘no sé qué, que qué se yo’ de la guasa gaditana:

«Cádiz, todos lo sabemos, es una tierra muy grande: cuando has estado allí o por alguna razón tienes algún vínculo con la tacita de plata, lo mantienes para siempre. Esto quiere decir que cuando vuelves a tu lugar de origen te llevas esa forma de ser del gaditano, ese aire tan propio que sin darte cuenta se deposita y lo extiendes.

A partir de entonces entra a formar parte de tus conversaciones, cuentas detalles de su gastronomía, de sus paisajes, describes su luz, por supuesto algún chiste o anécdota que te hayan contado o que hayas vivido. Su historia, que pasa de puntillas, tiene más de 3.000 años y estoy seguro que hasta el Océano Atlántico guarda algún recuerdo de alguno de los numerosos navegantes que hermanaron nuestro viejo continente con el nuevo. 

No negaré que, al principio, hay cosas que no entiendes, cosas muy de allí, pero en seguida te das cuenta que la extrañeza no tiene fundamento porque todo encaja perfectamente. Palabras que en el resto son cotidianas y que usamos a menudo, allí toman otra dimensión o sencillamente no existen, pero, acaso alguien puede poner en duda lo bien dicho que está ‘casa puerta’ (portal) o es que ‘la residencia’ (el hospital) no está claro lo que es. Hay que hacer los ‘mandaos’ (recados) se quiera o no se quiera. El barco más entrañable del mundo no tiene más remedio que llamarse ‘Vaporcito’ (barco típico de Cádiz que une la ciudad con el Puerto de Santa María). 

Si tienes que coger un transatlántico, tienes que ir al ‘muelle’ porque el puerto te puede confundir. El viento no existe; está  el levante, el poniente o el viento del sur. Si queremos comer tenemos el puchero; el calor tiene que ser horroroso que para eso están los adjetivos. El gaditano adquiere estos conocimientos desde pequeñito y se van transmitiendo generación tras generación de la forma más espontánea.

Hay una época del año en la que los gaditanos mandan mensajes a todo el mundo. Ya desde antaño, sabemos con qué se hacían tirabuzones las muchachas de Cádiz. A los dirigentes se les dice que hay que respetar el Carnaval y  que no se puede empezar una guerra en estas fechas. Nos enteramos de que la Infanta se divorcia y sabemos qué famoso se ha operado, cuáles son los acontecimientos más destacados del año. A los mangantes y chorizos aquí si que les ‘cantan’ todos sus cargos.

También saben ponerse serios con los terroristas, con los especuladores, con los que se aprovechan de la inmigración, en fin, con todos esos asuntos que al mundo conciernen. Pero no se apuren , enseguida los gaditanos nos cuentan si hay alguna novedad en las piedras de la Caleta (por cierto cada una con su nombre), las nuevas aventuras del Barrio la Viña, si en el Pópulo han hecho un nuevo agujero y un Fenicio ha asomado la cara y, por supuesto, cómo le va al Cádiz.

Todo esto te lo cantan y no de cualquier manera, sino con una calidad que para sí quisiera alguno de los cantantes que llenan pabellones y venden millones de discos. Si nos preguntamos cómo es posible que nazca tanta buena voz en relación con su número de habitantes de nuevo se  vuelve a poner de manifiesto que, no hay duda: es esta tierra y la manera de vivir y ser de esta gente.

El gaditano expresa su alegría en la calle y en estas fechas, tanto si vas por la calle Ancha, La Plaza Mina o el Palillero puedes encontrarte con romanos contándote sus aventuras o incluso el mismo Cervantes puede estar recitando sus  desavenencias con Don Quijote. Unas monjas escapadas del convento estarán buscando su ‘consuelo’ (mas material que espiritual) que el carnaval es para todos y todas. Los propios muñecos que se pegan en los cristales de los coches, cobran vida.

Nuestro compañero Bernardo Loriente

No hace falta escenario ni candilejas, basta con el hueco de una entrada a tienda o un soportal, la misma  pared de la esquina sirve de soporte para el decorado, las farolas se convierten en foco de las estrellas. La alegría se va difundiendo y llega a cada rincón de tu cuerpo y es entonces cuando te das cuenta, que debes contar que  has estado allí y entiendes que este lugar  estará contigo para siempre.

Esto sucede en durante  los carnavales, que es una fiesta universal, al que los gaditanos aportan un toque inigualable, que no tiene comparación con los muchos que se celebran en otros lugares del mundo. Sin embargo conviene dejar de manifiesto que Cádiz es para cualquier época del año, el gaditano hace que las fiestas del calendario se alarguen y las que no están en el calendario se las inventan, que para una juerga y el divertimento nada establece que tenga que ser en una fecha o época determinada.

Basta que se reúnan unos cuantos y hacen que la velada se envuelva en el divertimento y salga a relucir esa chirigota (palabra que no sé si se inventó allí, pero que los define perfectamente) que tiene el gaditano y la guasa, sin distinciones de ninguna clase , donde prevalece la alegría de la gente que es verdadera.

Los lugares son como las personas y, al igual que ellas, cuando las conoces ninguna te deja indiferente, pero siempre tienes alguien cerca que entra a formar parte de tu vida. Es lo que ocurre con Cádiz, que cualquiera que la visite y entable la más mínima relación con sus gentes, estará presente por donde quiera que vaya y aunque pasen muchos años seguirá teniendo una sonrisa cuando rememore que estuvo en ese lugar».

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