Hace unos días pudimos ver la película ganadora del Goya a mejor documental, dirigida por  Jonás Trueba, que se titula ‘Quién lo impide’. Un reflejo de los pensamientos, hábitos, comportamientos y reflexiones de un grupo de jóvenes madrileños durante 5 años de su vida. En una parte de la película, una de sus protagonistas sale a un escenario musical a gritar una reflexión que llevaba mucho tiempo pensando y que viene a reflejar la esencia de la película: ¿quién te impide el poder hacer lo que quieres hacer?

Esa misma reflexión se la hicieron Belén María Padín y Laura Ferrero, compañeras y técnicas autonómicas de Cruz Roja Juventud, cuando decidieron hace unas semanas coger un vuelo con destino a Etiopía para participar en un voluntariado internacional de la mano de la entidad MCSPA (Missionary Community of Saint Paul Apostol)

Nuestra compañera Laura, en un momento de su voluntariado en Etiopía

La respuesta a esa pregunta, para ellas, estaba muy clara: Nada lo impide. Y por ello, tanto Belén, que lleva tres años en el proyecto de voluntariado internacional, como para Laura, que ha sido su primera experiencia, este viaje supone mucho más que un voluntariado. Para ellas no es algo puntual en un momento de su vida sino una forma de autorrealizarse y crecer personalmente, donde se ponen en práctica características como la empatía, el no juzgar, el no llevar prejuicios, el saber adaptarte a cada situación, la motivación o la paciencia.

Por todo ello hemos querido charlar un ratito con ellas para que nos pudieran transmitir cómo esa humanidad que las caracteriza la han repartido en varios proyectos relacionados con la educación y la agricultura etíope y cómo han podido inculcar todo lo aprendido en su etapa dentro de la sección juvenil de Cruz Roja, así como todo lo que les ha supuesto vivir esta aventura. Porque, ¿quien impide que juventud y humanidad vayan de la mano? Nada ni nadie lo impide.

Contadnos, ¿Dónde os fuisteis y cuánto tiempo habéis estado? ¿Qué ibais a hacer?

Belén.- Nos hemos ido a Etiopía, a un pueblo pequeño que está a pocos kilómetros de la capital, que se llamaba Muketuri. En ese pueblo hay una misión en la que llevo trabajando 3 años en diferentes programas como son: KG (Kinder Garden) con el aula de Special Needs, y con Malnourished Program, que trabaja en torno a pozos y agriculutura. No solo colaboro con ellos yendo allí, sino también desde la distancia, algo que creo que es muy importante. Laura y yo hemos ido diez días y hemos estado haciendo el apoyo en la parte del cole, y en el proyecto de pozos para promover la agricultura. Allí las épocas de lluvia y sequia están muy marcadas, como casi todos los países de África en general, y entonces se intenta promover el enseñar el correcto uso del agua en épocas de sequía a través de cursos, uso de depósitos, se les enseña a plantar, etc. Luego en la parte del cole, hacemos una educación básica de infantil para niños y niñas desde los 3 hasta los 5 años. Laura ha estado en un proyecto especial que está dirigido a enseñar a niños con capacidades diferentes. Allí no está contemplado que las personas con necesidades especiales puedan estar incluidas en la sociedad, por lo que el proyecto es bastante novedoso.

Laura.- En ese aula hay siete niños, pero cuando fuimos estuvimos convenciendo a las monitoras para que pudieran acoger a otra niña más, que tenía hidrocefalia y espina bífida.

En este tipo de aulas se tiene mucho miedo porque, según lo que comentaban los médicos, cualquiera de esos ocho niños podría fallecer de un momento a otro. Es decir, que les dan ‘x’ días de vida pero luego eso no es real. Nosotras, al venir de fuera, lo que tratamos es de enseñarles otra visión, de insistirles en que estos niños y niñas pueden tener un trabajo el día de mañana y que pueden salir adelante, como ejemplo, lo que ha pasado con uno de los niños tiene 18 años y ha podido salir adelante.

Además de todo eso, les ayudamos a organizar su tiempo durante el día y darles pautas e ideas de lo que tenían que hacer con esos niños/as para que sigan desarrollándose. Nosotras les aconsejamos en el cuidado que les tiene que dar para que los niños y niñas de allí puedan salir adelante en la sociedad, más que en las actividades que se pueden hacer con ellos. En esa labor nos ayudaron mucho dos voluntarias de Chile, ya que una de ellas era psicopedagoga y trajo bastante material de desarrollo cognitivo con el que trabajamos.

En el KG (Proyecto Kinder Garden) también tienen la parte de alimentación donde dan de comer a los niños de la escuela-que son 64 por aula- además de a monitoras, profesoras, directoras, trabajadores y niños pobres de la zona. Tienen vacas, gallinas, y parte de la agricultura del proyecto se destina a la alimentación, para que no tengan que ir a comprarlo y les cueste más dinero.

También fuimos a ver otro proyecto que está en Mechela, que es un pueblo que está cerca de Moketuri, y allí también llevan la parte de la educación y comedores. Tienen a 84 niños escolarizados, pero están yendo 42.

Belén.- A grandes rasgos, consiste en sensibilizar, educar y apoyar en el proyecto. Lo que hemos hecho es el poder trasladar cosas que aquí se dan por hecho y, allí, ni siquiera se han planteado hacer. Yo, además, también he tenido una labor dedicada a la gestión para poder enseñar a los trabajadores de allí.

Laura.- ¡Si hasta organizamos una sesión con todos los trabajadores para que pudieran conocerse un poco más entre ellos y que pudieran valorar el proyecto en el que están!

En esa labor de sensibilización, educación y apoyo, ¿cómo es la respuesta de la gente de allí?

Laura.- Valoran mucho la función de las personas que vienen de fuera, pero les cuesta mucho llevarlo a la práctica.

Belén.- La población con la que trabajamos allí está muy acostumbrados a la figura de la persona voluntaria que va a ayudar. Tienen interiorizado que las personas que van tienen ciertos conocimientos que les pueden ayudar.  Por ejemplo, en el proyecto de los pozos sabíamos que tenían 112 hechos pero no teníamos una localización exacta de los mismos. Entonces, fuimos a verlos, geolocalizarlos y sacar la trazabilidad de cuántas personas beben de allí, utilizan esa agua, etc. Entonces, como ven que es algo que les va a ayudar, te dejan ayudarles.

Pero siempre tienes que ir con la idea de que los ritmos de aquí y los de allí son completamente diferentes. Es algo que te marca y que interiorizas. Aquí sabes todos los pasos que tienes que seguir para lo que sea, allí quizá tengas que dejarte llevar un poquito más.

De vuestro trabajo diario, ¿qué habéis podido llevaros  de Cruz Roja y poner en práctica en Etiopía?

Belén.-  Yo creo que la parte de la gestión de los trabajadores-que es algo que llevo haciendo bastantes años en la entidad- me ha servido mucho para aplicar cosas que tenemos en el sistema de Cruz Roja, como saber establecer unos objetivos, medirlos, el uso de bonos… Si yo no hubiese estado en un puesto como el que estoy, allí no lo hubiese trasladado nunca. Y haberlo hecho ha sido muy beneficioso para los trabajadores de allí y la entidad. En la parte de intervención, lo que hemos hecho es más bajar las cosas que nos parecen básicas aquí y allí ni se han planteado.

Laura.- Yo creo que la vida asociativa que llevamos nosotros en CRJ-el cual es nuestro centro y objetivo en todos nuestros proyectos-, sí lo hemos querido reflejar en esa acción de los trabajadores: que se conozcan, que conozcan la entidad y que quieran formar parte de ella, no que sea un trabajo y ya está. Además de inculcarles el preguntarse a uno mismo qué puedes aportar en los proyectos y colaborar entre ellos, aunque no sean los tuyos propios. Es algo que nosotros practicamos muy a menudo y que en su día a día, esa coordinación y colaboración entre proyectos todavía no está desarrollada.

 

Laura, ¿y al revés? ¿tú que te has traído de la experiencia que puedas aplicar en tu día a día?

Laura.- He aprendido a relativizar, centrarme más en la necesidad real que se tiene, en apoyarles en esa necesidad y no tanto en cómo lo haríamos nosotras. Otra de las cosas que me llevo es el hacer hincapié en conocer también la dinámica que tienen ellos, y no querer hacer todo a nuestra manera, simplemente por pensar que tenemos más conocimientos que ellos. Es importante saber bajar a la realidad y saber amoldarse y no juzgar porque no trabajen del mismo modo. Hace que las personas se sientan como más cercanas.

Consiste también en tener empatía y amoldarse un poco a las necesidades que tengan, ¿no?

Belén.- Cuando eres voluntaria vas con tus ideas y forma de trabajo adquiridas, pensando que aportarles eso es lo mejor que puedes hacer. Pero una de las cosas que nos aporta un voluntariado internacional de estas características, con los recursos justos, es la necesidad de adaptarse a la realidad. Juega un papel fundamental la escucha: saber que necesitan, adaptarse a ellos… a mí eso me costó mucho cuando me inicié en el voluntariado internacional. Por ejemplo, ellos necesitan que les pintes una pared pero tu no ibas con esa idea, pero al final, es lo que tienes que hacer para adaptarte a sus necesidades. Eso también lo hemos aprendido en Cruz Roja, ser capaces de cambiar de un día a otro tus planes para adaptarnos a las necesidades del momento, como fue, por ejemplo, el montaje del ESIE en el dispositivo de Torrejón ante la llegada de personas de origen afgano en este verano. El haber aprendido esto en Cruz Roja ha sido clave para poder afrontar el voluntariado con otra mentalidad.

«si no tuviésemos estas experiencias, no seriamos quiénes somos, ni trabajaríamos de la manera en la que lo hacemos»

¿Qué os mueve para coger un avión e iros de voluntariado internacional? ¿Qué motivación hay?

Laura.-  Es algo que siempre he querido hacer pero que nunca me he atrevido. Cuando me fui a Colombia vi que podía hacer tantas cosas y apoyar de tantas maneras, que necesitaba irme de voluntaria. Belén me habló mucho del proyecto y me animé a ir con ella. Entonces fue cuando pensé , “¿qué puedes aportar, Laura? ¡Lo que sea!”.

Belén.-  Antes de entrar aquí éramos personas voluntarias en otros proyectos, y dedicábamos mucho de nuestro tiempo a una acción social, ya fuese en el barrio, internacional, o lo que sea. Es algo que se te queda dentro, que se necesita, somos del tipo de personas que si no tuviésemos estas cosas, no seriamos quiénes somos, ni trabajaríamos de la manera en la que lo hacemos.

¿Qué son ‘estas cosas’? ¿Inquietud? ¿Ganas e cambiar el mundo?

Laura.-  Esa motivación de querer seguir ayudando, aprendiendo, creciendo como personas… Son experiencias que te llevas. La parte más grande no es ir a aprender, sino tener los conocimientos que aprendemos aquí con el equipo de CRJ, e ir a otro lugar a aportarlos. Ha sido Etiopía, pero igual nos recorremos el mundo intentando apoyar.

Belén.- Tenemos la percepción interna de ir allí porque nos renueva, que si no hacemos este voluntariado u otros, nos falta algo. Hacer este tipo de viajes nace de la inquietud, no solo por trasladar y amoldar nuestros conocimientos, sino también porque necesitamos ver ese mundo fuera y conocer cómo trabajan otras entidades. Eso nos ayuda muchísimo. Te llevas cosas de cómo trabaja otra entidad para aplicarlo en la nuestra.

Extrapolándolo a aquí, al voluntariado de CRJ, hay una frase que ha dicho Laura, en la que me gustaría hacer hincapié: “algo que siempre he querido hacer, pero nunca me he atrevido”. Teniendo en cuenta esta frase y teniendo claro vuestro ejemplo, ¿cómo podemos animar a personas a hacer voluntariado? ¿Qué características tiene que tener una persona para poder enfrentarse a un voluntariado internacional?

Laura.-  Yo siempre me quería ir pero pensaba: a dónde, cómo, con quién. Es ese miedo de no saber donde voy a aparecer, de si me va a gustar… Ahora mismo en Etiopía las cosas están complicadas a nivel político, pero nos hemos ido. Y a la vuelta, me he encontrado que me ha escrito gente para decirme que ellos también se quieren ir. Yo creo que, para irte allí, para empezar, tienes que haber hecho voluntariado en algún momento de tu vida, porque necesitas saber adaptarte a cada situación que te pase, ir sin ningún prejuicio y sin pensar que tenemos la verdad absoluta.

Consiste en empezar poco a poco, teniendo claros tus valores. Conocer el proyecto  y la organización previamente, practicar la empatía, y saber que hay que encontrar soluciones a esas necesidades que tienen. Entonces ahí, aplicamos el lema de CRJ, si eres parte, toma parte. Si hubiéramos ido directamente a Etiopia sin conocer la entidad, al final vas y dices, ¿y ahora qué? ¿qué hago yo aquí?

Belén.-  Yo creo que para hacer un voluntariado tienes que buscar tu motivación, saber en qué te quieres centrar, y a razón de eso poder elegir el proyecto en el que quieres desarrollarte. Me parece importante concienciar de que el voluntariado internacional es muy llamativo, en general, porque vas a un país diferente, conoces otras culturas, etc. pero es importante, también, desarrollarse en un ámbito local para primero encontrar esas actitudes necesarias y saber gestionarlas, y luego ya proyectarte en algo más grande a nivel internacional. Siempre da miedo, pero consiste en lanzarse, porque va a salir bien seguro. Si ya te lo has planteado, ya lo tienes que hacer. No te lo pienses más, simplemente hazlo.

«Esa parte de ser cambio en la sociedad es algo que tenemos que recordarnos y nos vienen muy bien estas experiencias.»

Y para hacer este tipo de experiencias, ¿ayuda trabajar en una entidad como Cruz Roja?

Belén.- Sin duda. Ya tienes la base, si eres voluntario/a o trabajador/a, has decido entrar en la entidad por algo. Entramos aquí porque la entidad te cuadra y los valores de Cruz Roja son los que tu tienes en tu día a día. Ya teniendo eso de base, tiene el 85% hecho. El resto es el trabajo que tenemos que hacer por nosotros mismos para saber adaptarse a cada situación, de ir poco a poco, de soltar hábitos y comportamientos a la hora de no ser tan rígidos en la manera de afrontar las cosas, etc.

Laura.- Yo creo que eso lo intentamos inculcar también en nuestro trabajo para nuestro equipo de voluntariado. A nivel autonómico no es un voluntariado tan grande como a nivel local, pero las personas que tenemos han estado muchos años con nosotros, conocen mucho la entidad, y nosotras hemos reforzado esa parte de motivación y saber adaptarse a cada circunstancia.

 

¿Ha cumplido con vuestras expectativas? ¿con qué os quedaríais?

Laura.- Para mi era la primera vez y me lo esperaba como lo he visto. Esperaba a la gente como la he visto, con el compromiso que tienen y su forma de ser y la calma en la realización de las cosas.

Belén.-  Yo siempre me llevo dos cosas: cuando vas allí y estas finalizando la etapa, todo el mundo te agradece todo muchísimo. Y en ese momento, tu a ti misma, por dentro lo que te estás diciendo es: “yo les agradezco a ellos todo lo que hacen y el poder estar aquí. Porque yo no sería quien soy si no hiciera este voluntariado internacional. No podría seguir mi día a día si no viviera estas cosas. Este tipo de experiencias te ayudan a poner los pies en el suelo.

La segunda es que hacer un voluntariado te mueve a seguir queriendo mejorar lo que haces en tu trabajo, en tu día a día, intentar no perder el objetivo de cuestionarse por qué estás donde estás, qué quieres mejorar. Esa parte de ser cambio en la sociedad es algo que tenemos que recordarnos y nos vienen muy bien estas experiencias.

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